lunes, 27 de octubre de 2014

Más sonrisas de Liniers

 (sed: pero / ego: yo / teleuisionem: la televisión / uidere: ver / possum: puedo).

El consuelo del pájaro prisionero: él por lo menos puede ver desde su jaula el electrodoméstico estupefaciente de la pequeña pantalla que preside los modernos hogares y suplanta a las llamas del verdadero fuego del hogar. La viñeta recuerda a la fábula clásica del perro domesticado y el lobo salvaje, muerto de hambre pero libre al fin y al cabo, y aquella  moraleja que sacaba Samaniego de la fábula de Fedro: "no hay bocado en sazón para un esclavo". 

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Una buena representación gráfica de lo que podríamos llamar la inflación egocéntrica, algo que nos hace especialmente odiosos a los demás: nuestra egolatría, egoísmo, y egotismo, valga el anglicismo, para el prurito de hablar de uno mismo y alimentar la exagerada hinchazón de la personalidad -la máscara-  propia: es decir, yo, yo y nadie más que yo.

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 (si quid: si algo / pulchurm est: es bonito / non: no / opus est:  es necesario el...)

El anglicismo "marketing" procede del alemán Markt, que a su vez deriva del antiguo alemán Markat o Merkat, que procede del latín MERCATUM, al igual que el francés marché, el catalán mercat  o el castellano mercado, más el sufijo -ing del gerundio que últimamente se lo aplicamos a todo, tal es la pujanza de la lengua del Imperio: footing, bulling, spinning, balconing e incluso, puenting, en el colmo de los colmos.

Marketing es, por lo tanto, la técnica del mercadeo, la técnica del comerciante y del comercio, palabras, por cierto, que incluyen la raíz MERC-, lo que equipara el comercio y el mercado etimológicamente hablando, pero también la mercancía, la merced -paga, recompensa- y el mercenario -el que guerrea o trabaja, sin más, por un salario-, la mercería, el mercader y el marchante, del francés marchand, hasta llegar al despectivo mercachifle -mercader de poca monta; palabras todas derivadas de MERCEM "mercancía" y del verbo MERCARI "comprar, adquirir con dinero", de donde también nuestro mercar, mercante, mercantil y mercantilismo.


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(omnia: todas las cosas / quae: que / dicunt: dicen /  
sunt: son / nihil: nada
at: pero,  sin embargo / saepe: muchas veces / ea: las / dicunt: dicen)

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(quid: qué / spectas: miras / pulchra: bonito / sic: así es)

viernes, 24 de octubre de 2014

Dinero



Al parecer, el edificio del antiguo Banco de España de Santander, que iba a ser la sede del MUPAC, acrónimo del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, va a convertirse finalmente en una sucursal del Museo Reina Sofía, que albergará el Archivo Lafuente que contiene numerosas obras de arte escultóricas, pictóricas y gráficas,   que recala así en la capital cántabra, convirtiéndose  en una subsede filial del Centro de Arte, con lo que “Cantabria pasa a ser una potente referencia internacional en arte moderno y contemporáneo, lo que va a tener una enorme trascendencia para nuestra comunidad autónoma no sólo en el ámbito cultural, sino también en el social y económico", en palabras de la jerga política del presidente cántabro.


Supongo que esta noticia cacareada por la prensa local no tiene nada que ver con la colocación del siguiente logo, vamos a llamarlo provisionalmente así, o muestra de arte callejera, en la fachada de la puerta de entrada del antiguo Banco de España: una corona real de tres puntas, bajo la que puede leerse la significativa palabra dinero dividida en sílabas. Moderna obra de arte, sin duda, con la que se sugiere –a la puerta de lo que todavía figura como Banco de España en doradas letras mayúsculas- que el dinero es el Rey, o que el único Rey que reina en el mundo, más allá de todos los nombres propios de todos los monarcas, es don Dinero, el poderoso caballero, como diría Quevedo, y a decir verdad, el más poderoso de todos los caballeros, por no ascenderlo en la moderna teología económica a la categoría ontológica suprema del único Dios verdadero.

 
Es algo que sabemos muy bien todos los españoles, que lo decimos en castellano: “El dinero es el rey del mundo”.  Y lo decían antes que nosotros los romanos en latín: Pecunia regina mundi (pecunia es femenino, por eso se dice que es la reina y no el rey del mundo; tanto monta, monta tanto), y “sola pecunia regnat”, que escribió Petronio en una de las primeras novelas de nuestro mundo, El Satiricón: “Sólo el dinero reina”. Y también, en latín, Publilio Siro: “Pecunia una regimen est rerum omnium”: el dinero es el único soberano que rige todas las cosas.

La palabra dinero, por cierto, deriva de DENARIUM, que por un lado conservamos como cultismo en la forma “denario”, nombre de la antigua moneda romana de plata que valía diez ases, y por otro lado ha evolucionado como palabra patrimonial a “dinero  (y a dinar, en diversos países árabes). 

Bien está que a la puerta de la sede del antiguo Banco de España algún artista callejero nos recuerde algo tan elemental que olvidan los ingenuos que creen que vivimos en el régimen democrático y constitucional de una monarquía parlamentaria, donde se supone que gobierna el pueblo soberano, e ignoran algo tan básico como que nos gobiernan los mercados, como se decía hace unos años, con un eufemismo que, rayando en lo ridículo, quería ocultar la verdadera cara económica del rey del mundo.

sábado, 18 de octubre de 2014

El Padre Nuestro pagano de Rubén Darío

Cuenta Plutarco (1)  que en tiempos de Tiberio, o sea de Cristo, y en el Mar Jónico, un barco con destino a Italia se vio obligado a detenerse junto a las islas Equínades, en las costas del Epiro, no lejos de la actual Corfú.
Entonces se oyó una misteriosa voz procedente de las Paxos, dos islotes deshabitados cercanos, llamando al capitán del barco, que era egipcio, por su nombre propio y pidiéndole que al llegar a Palodes anunciara literalmente que el gran dios Pan había muerto.   




Así lo hizo el capitán del barco. Al arribar a Palodes gritó: "El gran dios Pan ha muerto". Y al instante se elevó “un gran lamento no de una sola persona, sino de muchas, lleno de estupor”. 

Este anuncio se ha interpretado a menudo como la muerte del paganismo consumada tras el advenimiento de Cristo. La palabra paganismo procede de "pagum", que significa lugar: Pan representa el mito de la arcadia feliz, el paraíso idílico y bucólico, que podria hacerse realidad aquí y ahora, en estos mismos pagos, si no se proyectara sobre ellos la sombra de la cruz.
 
La nueva religión instauraba una fe monoteísta caracterizada por una negación de la sensualidad y del pluralismo religioso. La muerte del gran dios Pan no podía significar más que el derrumbe del mundo grecorromano.


El poema de Rubén Darío "Padre Nuestro de Pan", incluido en su Lira póstuma, expresa la nostalgia moderna -o modernista, si se prefiere- de los valores sensuales  paganos de la antigüedad.  Rubén reivindica el paganismo en este su Padre Nuestro, compuesto por ocho cuartetos de versos de nueve sílabas con rima ABBA, que contiene ecos del Pater noster cristiano. 

Padre nuestro, padre ambiguo
de los milagros eternos
que admiramos los modernos
por tu gran prestigio antiguo.

 La ninfa junto a la fuente pasa

y tiene en su blancura
lo que inspira, lo que dura,
lo que aroma y lo que abrasa.

Pues al ver la viva flor
o la estatua que se mueve,
hecha de rosa y de nieve,
nos toma el alma el amor.

 Pan nuestro que estás en la tierra,

porque el universo se asombre,
glorificado sea tu nombre
por todo lo que en él se encierra.

 Vuélvanos tu reino de fiesta

en que tú aparezcas y cantes
con los tropeles de bacantes
mancillando la floresta.

 Hunde siempre violento y vivo

y por tus ímpetus agrestes,
en el cielo cuernos celestes
y en la tierra patas de chivo.

Danos ritmo, medida y pauta
al amor de tu melodía,
y que haya al amor de tu flauta
amor nuestro de cada día.

 Deudas que el alma amando trunca

están en tu disposición,
y no le concedas perdón
a aquel que no haya amado nunca.

Sirva como ilustración del espléndido poema de Rubén Darío esta poderosa  imagen titulada "The afternoon of the faun"  de Carlos Schwabe (1923),  que tanto abunda en la Red, sin  que en la mayoría de los casos se cite su autoría y procedencia. Se ve al dios agreste y pastoril caracterizado con sus patas de cabra y cornamenta de macho cabrío tocando la flauta llamada en su honor de Pan. 


La flauta de Pan no es más que la metamorfosis de la ninfa Siringe o Siringa, que narra el poeta Ovidio, de la que se enamoró el fauno y a la que persiguió infructuosamente hasta que ella se arrojó a un río buscando la muerte, donde se transformó en unas cañas. Pan abrazó las cañas en lugar de la ninfa carnal de la que se había encaprichado, suspirando. En ese momento su suspiro se convirtió en las notas musicales de la flauta de Pan formada con cañas de desigual longitud. 

La iconografía de Pan, que es la de los faunos y los sátiros, ha servido para representar en el mundo cristiano a los demonios. Y, de alguna manera, Pan es el anticristo nietzscheano. Fue quizá el grito del capitán del barco egipcio lo que hizo que cundiera el pánico, palabra que procede de Pan precisamente, un pánico por lo que significaba la muerte de este dios, que ha llegado hasta nuestros días y oídos.

La estupenda película de Guillermo del Toro "El laberinto del fauno" (2006), titulada en inglés "Pan´s labyrinth", ha puesto de moda entre nosotros otra vez la imagen del Fauno o de Pan.

(1) Plutarco, De defectu oraculorum, 17.

miércoles, 8 de octubre de 2014

A propósito de Níobe

 
Comenzamos con esta ilustración de Annette Haines que nos pone sobre la pista de una leyenda mitológica. Representa el rostro compungido de una mujer, quizá una madre, y 14 pequeñas calaveras que acaso correspondan a sus criaturas muertas. Junto a la mujer dos letras Nb y un número 41, el símbolo químico del niobio y su número atómico. Nos encontramos, pues, ante un elemento químico de la tabla periódica. El niobio es un metal blando y dúctil de color blanco brillante que fue descubierto por Charles Hatchet en 1801 y utilizado en aleaciones de acero inoxidable para  reactores nucleares y misiles.


Seguimos con otra pista: otra ilustración presenta a una mujer de perfil derramando una lágrima. Esa mujer, por lo que leemos, se llama Níobe. Vemos que Nïobe está llorando. Además, leemos, en italiano "regina di Tebe", es decir, que la entristecida Níobe era la reina de Tebas. Por si hubiera alguna duda, al lado,  leemos que Níobe era la "queen of Thebes", lo mismo pero en inglés. Hay una pieza operística que se pone en escena con ese cartel y ese título: "Níobe, reina de Tebas". Se trata de una ópera en tres actos de Agostino Steffani que se representó por primera vez en Munich en  1688.

 

Una crátera griega nos muestra una sangrienta escena: dos arqueros, un hombre y una mujer, atraviesan con sus flechas a varios personajes. Si vamos reuniendo los datos, esos personajes son los catorce hijos de Níobe: siete varones y siete hembras. Esos arqueros no pueden ser otros más que los dioses hermanos: Diana y Apolo: él desnudo, con corona de laurel en la cabeza y la lira colgada del hombro, apuntando con su flecha certera; ella, vestida de cabeza a los pies como casta doncella, tomando una flecha de su aljaba para dispararla.  



¿Por qué, nos preguntamos, dos dioses se ensañan de esa manera contra la descendencia de la reina de Tebas? ¿Por qué tan grande cólera divina? El óleo de Johann König, que vivió en la primera mitad del siglo XVII,  insiste en la misma temática: los dioses, desde el cielo, disparan sus flechas sobre los mortales hijos de Níobe, dándoles efectivamente la muerte. En un primer plano yacen los cuerpos de los nióbidas muertos. En el centro del cuadro la propia reina suplica en vano con los brazos en alto a la diosa Diana la salvación de la hija pequeña que se abraza a ella.
Es hora de desvelar el misterio: la soberbia reina de Tebas, hija del no menos soberbio Tántalo, orgullosa de su numerosa progenie declaró que era superior a Latona, que los griegos llamaban  Leto. Había incurrido en el pecado de hybris, se había creído superior  a la diosa madre de Apolo y Diana, y la había ofendido desatando su cólera divina. Pidió pues la diosa a sus hijos que la vengasen y estos asaetearon a la prolífica descendencia. Según el relato de Ovidio en las Metamorfosis, Níobe suplica efectivamente a la diosa la salvación de la hija pequeña, pero la diosa, implacable, le da también la muerte.

Así concluye a propósito de Níobe Ovidio (Metamorfosis, libro VI, vv. 297-312):


Sexque datis leto diuersaque uulnera passis
ultima restabat: quam toto corpore mater,
tota ueste tegens, "unam minimamque relinque;
de multis minimam posco" clamauit "et unam".
Dumque rogat, pro qua rogat, occidit. Orba resedit
exanimes inter natos natasque uirumque
deriguitque malis: nullos mouet aura capillos,
in uultu color est sine sanguine, lumina maestis
stant inmota genis:  nihil est in in imagine uiuum.
Ipsa quoque interius cum duro lingua palato
congelat,  et uenae desistunt posse moueri ;
nec flecti ceruix nec bracchia reddere motus
nec pes ire potest ;  intra quoque uiscera saxum est.
Flet tarnen et ualidi circumdata turbine uenti
in patriam rapta est;  ibi fixa cacumine montis
liquitur,  et lacrimis etiam nunc marmora manant.

Y así cantan esos mismos versos, en latín, por supuesto, Dargaard, una banda austriaca de onda oscura neoclásica,  que hace una música entre folk y medieval aderezada con modernos toques de teclados.

 
  



Dadas seis a la muerte y maltrechas de varias heridas,
la última sólo quedaba: su madre cubriéndola a ella
con todo el cuerpo y con toda su ropa gritó: “A la pequeña
déjamela sola, a una y pequeña te pido de muchas.”
Mientras rogaba, su hija murió. Se sentó desolada
entre sus hijos e hijas y esposo privados de vida,
y endureció por sus penas; la brisa no mueve su pelo,
no hay en su rostro el color de la sangre, fijos sus ojos
se abren en tristes mejillas: no hay vida ya en su figura.
Propia se hiela también por dentro la lengua en lo duro
del paladar, y las venas no intentan siquiera moverse.
No puede el cuello doblarse ni el brazo hacer movimientos,
ni caminar el pie; hay también roquedal en entrañas.
Llora no obstante, y cercada por tromba de viento animoso
es a su patria llevada. Allí, fija en cumbre de monte,
ya se derrite, y aun hoy los mármoles lágrimas lloran.

La reina de Tebas se convierte en un peñasco de un monte de la antigua Magnesia de Sípilo, hoy Manisa, en Turquía, no lejos de Esmirna. Se decía que de un risco del monte Sípilo precisamente manaba una fuente que derramaba sus perpetuas lágrimas. He aquí la roca que llora de Níobe (en turco, Ağlayan Kaya), también conocida como Taş Suret la «Cara de Piedra», en el Monte Sípilo.

jueves, 2 de octubre de 2014

La leyenda de Aracné

No está mal, aunque no esté en nuestra lengua sino en la del Imperio, sorry,  pero se entiende bien con la ayuda de las imágenes,  el corto de dibujos animados de Nick Kozis sobre el mito de Aracné, que acabó convertida en araña -eterna tejedora-  por haber retado a la diosa Minerva, o sea a Palas Atenea.



Nos encontramos con el contrapunto femenino de Spiderman: Aracné, la futura Spiderwoman de la Marvel. Tanto Peter Parker, tímido alter ego de Spiderman,  como Aracné sufren una metamorfosis, como también sufrirá Gregorio Samsa, personaje que inmortalizó Franz Kafka en su genial relato. Todas estas transformaciones nos remiten a las célebres e inagotables Metamorphoses del poeta latino Ovidio, padre de todas ellas: de las literarias, de las pictóricas y de las del comic y el cine.   



Aracné era una joven de origen humilde que vivía en la región de Lidia, en Asia Menor. Todos reconocían su talento a la hora de hilar en el telar. Tenía una destreza  extraordinaria: movía las manos y los dedos con una gran precisión y de su taller salían todo tipo de diseños,  formas y colores, cenefas y dibujos que daban vida a historias nacidas de su prodigiosa imaginación. Al contemplar sus obras,  la gente se quedaba embelesada y exclamaba: “¡Qué cosa más bonita…!”.

Pero la joven era tan diestra como orgullosa y quería que su habilidad fuera reconocida por todos sin discusión. Por este motivo, en un arrebato de soberbia, retó a la propia Minerva o sea a Palas Atenea, diosa virgen de la sabiduría, nacida directamente de la cabeza de Júpiter, diosa de la guerra en su aspecto estratégico y de las artes del hilado propias de la mujer casada que debía tejer la ropa de toda la familia a su cargo, a elaborar la tela más bella que se hubiera realizado nunca. La diosa intentó disuadir a la muchacha apareciéndosele como una anciana bondadosa y sensata que con la voz de la experiencia  le aconsejaba modestia y humildad. Aracné, sin embargo, no siguió sus sabios consejos y mantuvo, tanta era su vanidad, su pulso con la diosa. Ambas contendientes se sentaron finalmente frente a frente ante sus telares, dispuestas a competir.

Minerva bordó la escena de la posesión del Ática con todo lujo de detalles: ella y Neptuno, es decir, Posidón,  se disputaron el patronazgo de la ciudad; Neptuno llegó el primero y clavó su tridente en la acrópolis y de allí surgió una fuente de agua salada, dando a entender que su regalo era el mar, que se lo daba a la ciudad para que se abriera al mar Egeo y al mar Mediterráneo; la diosa, sin embargo, por su parte, clavó su lanza y plantó el primer olivo, símbolo de la paz, que representaba también la agricultura y en concreto el aceite como don a la ciudad, ciudad que debía elegir a cuál de los dos dioses prefería. Los ciudadanos eligieron a Atenea como su patrona, y ella, como contrapartida, le regaló su nombre, en plural,  a la ciudad. Si la diosa se llamaba Atena, la ciudad sería Atenas.      

Aracné, por su parte, ensoberbecida, decidió representar algunos episodios escabrosos en los que los dioses, sobre todo el dios supremo,  se habían mostrado deshonestos o libidinosos. Bordó, por ejemplo, el episodio que ya conocemos del rapto de Europa, en el que el propio padre de la diosa se había transformado en toro para seducir a una joven princesa fenicia... 

En el momento de comparar las dos obras, quedaba bien claro, incluso para la diosa, que el trabajo de Aracné era muy superior. La diosa se enfureció y le golpeó en la frente con la lanzadera. La muchacha se asustó y, temiendo la ira divina, corrió a buscar una soga para colgarse de una viga en su propio taller y suicidarse, arrepentida de su soberbia. Minerva se compadeció de ella y la detuvo en el último momento,  pero le lanzó una maldición: la joven viviría para siempre pero colgada de un hilo y tejería y tejería durante toda su vida, ella y su futura progenie, prisionera de una telaraña que ella misma crearía. 

Entonces los brazos y las piernas de Aracné empezaron a encogerse, se le alargaron los dedos, se le hinchó el cuerpo y quedó cubierta por una capa de pelo corto y negro: Aracné se había transformado en araña, que es lo que su nombre significa en griego.


Aracné, según grabado de Gustave Doré

Velázquez abordó este tema en su lienzo La fábula de Aracne, más conocido como Las Hilanderas: en primer plano el taller de hilado, al fondo la escena mitológica: Aracné, en el centro, es recriminada por la diosa guerrera, con casco y la mano en alto, y como telón de fondo el tapiz que ha bordado con el rapto de Europa, que es un homenaje a la obra de Tiziano.