jueves, 17 de marzo de 2016

El excéntrico barón de Taormina




Era un secreto a voces en toda la isla que el barón alemán que se había instalado en Taormina era, además de excéntrico, finocchio, lo que en italiano viene a ser sinónimo de "maricón": no parecían interesarle mucho las mujeres y  sí bastante los lugareños, sobre todo los jóvenes, a los que tomaba como modelos para inmortalizarlos en sus fotografías


Se llamaba Wilhelm von Gloeden, y había venido a Sicilia con su hermana Sofía, que cuidaba de él, buscando un clima soleado y sano para sus pulmones enfermos. Todo el mundo supo en seguida en Taormina que el aristócrata germano era un artista que se dedicaba a hacer fotografías atrevidas de muchachos desnudos, y que pagaba bastante bien. “El barón paga, y paga bien, muy bien”. Se decían unos a otros aquellos campesinos sicilianos que se veían convertidos, de la noche a la mañana, en modelos inesperados de fotografías eróticas, artísticas, insistía el barón, sorprendidos de que se pudiera ganar dinero tan fácilmente por un trabajo tan sencillo como posar desnudos para el ojo indiscreto de una cámara fotográfica.


Algunos de estos modelos, como Pancrazio Bucini, alias “el moro”, se comenta, llegaron a ser incluso sus amantes. Pero eso eran habladurías más o menos infundadas. Ninguno reconoce lo que hacía con el barón von Gloeden, porque de esas cosas que se hacen en la intimidad después de las sesiones de fotografía, exclusivas de cierta camaradería masculina, no se habla, no se debe hablar en público.


Así pues, el aristócrata germano no sólo se recuperó de su tuberculosis, beneficiándose del clima soleado de la isla mediterránea, enclave donde se entrecruzan tantas culturas, sino que además encontró gracias a su afición a la fotografía la luz, la libertad de sus instintos y el erotismo prohibido de la pederastia griega (téngase presente que la isla de Sicilia y el sur de Italia, incluida Nápoles, la Nueva Ciudad o Nea Polis, habían sido colonias griegas en la antigüedad, y habían formado la comunidad que se llamó la Magna Graecia), retratando al aire libre muchachos desnudos que evocan muchas veces a los efebos griegos y que nos transportan como por arte de magia al mundo de Teócrito de Siracusa.




El estallido de la I Guerra Mundial y la entrada en guerra de Italia contra Alemania hacen que el barón von Gloeden abandone Sicilia de repente, y a sus queridos modelos sicilianos, a muchos de los cuales no volverá a ver nunca más, arrebatados por la patria y la guerra,  como carne de cañón sacrificada en el altar de las grandes ideas, muriendo en el frente de combate lejos de su ojo y objetivo.

El aristócrata alemán volvió a Taormina al concluir la guerra, donde se reencontró, sin duda, con la Arcadia feliz, paraíso perdido que había dejado atrás y que ahora recuperaba.

Devoto admirador de la antigüedad clásica, presentó a menudo sus imágenes como recreaciones del mundo del divino Homero, justificando así la desnudez de sus modelos en poses sugestivamente eróticas. Estas gentes sencillas, almas sin doblez, aceptan de buena gana ser pagados por el rico y excéntrico barón que ha vuelto aquí a curarse de la tuberculosis, y que recibe tantas visitas de gentes importantes del extranjero, como un tal Oscar Wilde, y que se ha reencontrado, otra vez, con la Sicilia de Teócrito, con la Magna Grecia, con el paganismo homoerótico de la antigüedad clásica, consigo mismo y su propia juventud.

Decíamos más arriba que muchos modelos del barón murieron en la guerra. Pero tanto el barón como los que eran demasiado jóvenes para ser llamados a filas han muerto ya de una u otra forma, han pasado a la historia, son historia: sus imágenes son fotografías en blanco y negro de muertos que nos están invitando desde el otro lado del espejo a gozar de la vida, de esta vida nuestra, la única que hay. Y parece que nos dicen, en esa vieja y entrañable lengua muerta que es el latín: carpe diem.




Si no se ha conservado más que una cuarta parte del ingente trabajo fotográfico del barón von Gloeden, se debe a que con el ascenso del fascismo en Italia, sus fotografías fueron consideradas pornográficas y confiscadas y destruidas. A los censores del régimen fascista de Benito Mussolini, asesorados por clérigos vaticanos, no les pasó desapercibido el carácter "degenerado" de sus fotografías.

El 16 de febrero de 1931, apenas tres meses después de la muerte de su hermana Sofía, el barón Wilhelm Von Gloeden moría también en su querida Taormina.

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