jueves, 28 de julio de 2016

Del efebo de Antequera y la efebofilia

El efebo de Antequera es una escultura romana del siglo I tallada en bronce que representa a un adolescente desnudo y que se encontró casualmente en un cortijo cerca de Antequera (Málaga) en 1955.   

Ha salido el sol, un sol pagano de bronce antiguo
desenterrado de las ruinas del pasado
por Antequera,  esplendoroso y deslumbrante,
contra el oscurantismo de estos tiempos nuestros.
El efebo de Antequera tiene a sus espaldas
casi dos mil años. Representa la belleza
masculina sin tapujos de la juventud
en la plenitud de la edad y vida, sin pudor,
y la rebeldía contra el orden establecido
y la moral cristiana que ensombrecerá
durante dos milenios este mundo nuestro
y que revestirá los cuerpos de ignominia
y los espíritus de ignorancia y ciega fe.
Ha resurgido de la noche de los tiempos
y el olvido, fruto de un feliz renacimiento.
Salió, quién iba a imaginarlo, por Antequera, 
para resplandecer ahora donde quiera. 

Así define la RAE "efebo": Del latín ephēbus 'adolescente', y este del griego ἔφηβος éphēbos. m. Mancebo o adolescente de belleza afeminada.

El observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, cuyo nombre propio omito por cortesía, ha inventado y puesto en circulación un neologismo o nuevo palabro. Ha dicho el representante de la Iglesia Católica que “no se debería hablar de pedofilia sino de homosexuales atraídos por adolescentes.” Y a esta atracción la ha bautizado con el término griego hasta ahora inusitado por lo que a mí se me alcanza de “efebofilia”,  y ha definido su práctica como las relaciones que establecen varones mayores de edad con congéneres de su propio sexo que están en la efebía, o sea que tienen de los 11 (sic) a los 17 años”. Ha dicho que los clérigos menoreros acusados de pedofilia no son pedófilos sensu stricto sino efebófilos, propiamente hablando, como si pretendiera quitarle así un poco de hierro a la acusación. 

Resulta por lo menos curioso que alguien haya introducido este término que obliga a que se reserve exclusivamente el de pedofilia para los menores de 11 años, desgravando a la Iglesia que dejaba que los niños se acercaran a ella para meterles mano y algo más, de algunos de sus pecados capitales, y poniéndolo en circulación para los mayores de 11 pero menores de edad o preadolescentes todavía, como si fuera menos grave violar a un (pre)adolescente, abusando de él, que a un niño.

 "-Sinite parvulos venire ad me, ne prohibueritis eos"
(Dejad que los niños vengan a mí,  no se lo impidáis)

No se puede estar de acuerdo con el representante de la curia vaticana, donde asienta sus posaderas el actual pontífice y vicario de Cristo, en su definición de la franja de edad que corresponde a la efebía, porque choca con la consideración clásica, que cifraba este período en los dieciocho años en Esparta, o, por lo menos, en los dieciséis, según otros autores,  en Atenas, pero nunca en lo que hoy llamaríamos la preadolescencia. 

Entiendo, como los griegos, que la efebía comienza a los dieciséis años, cuando el niño ya ha alcanzado la corpulencia definitiva, es decir, el desarrollo, la altura y el peso que lo caracterizarán en adelante, es apto para el servicio militar y ya es capaz de levantarle la mano a su padre  pues está en la plenitud de su fortaleza física, aunque no haya nada más feo por otra parte que pegar a un padre

Los efebos estaban bajo la protección de la divina Hebe. Era Hebe, precisamente, la hija de Zeus y de Hera, diosa de la mocedad que, esposa de Heraclés en el Olimpo, servía el néctar a los inmortales antes de la llegada del efebo Ganimedes. Y eran los efebos los que habían alcanzado el estado de gracia de Hebe.

 Hebe, Carolus Duran (1837-1917)

viernes, 15 de julio de 2016

De la publicidad y el suplicio de Tántalo

La publicidad además de ser una actividad comercial es un lenguaje. Tiene sus propios códigos. Como todo lenguaje, sirve para comunicar algo, generalmente que consumamos algún producto. Hoy en día la publicidad tiene un poder tan fuerte que no se puede explicar nuestra realidad y ciertos hábitos de comportamiento de las personas sin tenerla en cuenta.

Tántalo con el agua al cuello intentando tomar las manzanas

Pero la publicidad no sólo nos invita a consumir creándonos necesidades que no teníamos, sino que sirve también para transmitir determinadas formas de ver o entender la vida. Y aquí es donde radica su mayor éxito y su mayor peligro: la publicidad influye cada día, incluso sin darnos cuenta, en nuestra forma de pensar y de actuar.


Tántalo, Justin McElroy (diseñador gráfico)

Eduardo Galeano escribió en "Lecciones de la sociedad de consumo": El suplicio de Tántalo atormenta a los pobres. Condenados a la sed y al hambre,están también condenados a contemplar los manjares que la publicidad ofrece. Cuando acercan la boca o estiran la mano, esas maravillas se alejan. Y si alguna atrapan, lanzándose al asalto, van a parar a la cárcel o al cementerio. Manjares de plástico, sueños de plástico. Es de plástico el paraíso que la televisión promete a todos y a pocos otorga. A su servicio estamos. En esta civilización, donde las cosas importan cada vez más y las personas cada vez menos, los fines han sido secuestrados por los medios: las cosas te compran, el automóvil te maneja, la computadora te programa, la TV te ve.


Tántalo, Giambattista Langetti (1625-1676)

Tántalo es célebre en la mitología por el castigo que tuvo que sufrir en los Infiernos. Sin embargo no hay acuerdo entre los autores sobre cuál fue el motivo de su castigo. De la descripción de su tormento hay también dos versiones: se hallaba en los Infiernos colocado debajo de una enorme roca que amenazaba siempre con caer, a modo de espada de Damoclés; pero que se mantenía en eterno equilibrio; o que, sumergido en agua hasta el cuello, no podía beber y calmar su sed porque el líquido elemento retrocedía cada vez que trataba de introducirlo en su boca; y una rama cargada de frutos -generalmente manzanas- pendía sobre su cabeza, pero si levantaba el brazo e intentaba tomar la fruta para saciar su hambre, la rama se levantaba bruscamente y quedaba fuera de su alcance. Es este último tormento el que más han reflejado las artes gráficas y al que se refiere Eduardo Galeano en el texto que hemos leído.

Lucrecio en su De rerum natura versos 980 y 981 se hace eco del primero: "nec miser inpendens magnum timet aëre saxum / Tantalus, ut famast, cassa formidine torpens": ni Tántalo, el pobre, está colgada en el aire temiendo / la enorme roca que caiga, en vano helado de miedo. Reflexiona en ese texto Lucrecio sobre cómo los tormentos infernales, que de por sí son imaginaciones absurdas, trasladan las penas y miserias de esta vida al reino de los muertos. Por eso dice: "Y aquello, sin duda, todo que en los profundos infiernos / contado nos han que lo hay, todo en vida aquí lo tenemos". Es decir que el suplicio de Tántalo es nuestro propio suplicio. Sólo hay que cambiar el nombre de Tántalo por el nuestro propio, como nos advirtió Horacio: Quid rides? Mutato nomine de te fabula narratur.

miércoles, 13 de julio de 2016

El arquitecto del Pont du Gard

Hace mucho tiempo de esto, allá en la Provenza, el río Gardón, impetuoso y traicionero como sólo él suele serlo,  no podía vadearse porque no había puente alguno que resistiera sus embestidas y lo atravesara. Construir uno era una empresa tan ardua que, cada vez que los lugareños plantaban unos cimientos, venía de pronto una gardonada como allí le decían a la riada, y se lo llevaba por delante sin misericordia.

-Ya es la tercera vez que lo intento, maldita sea, y nada. ¡Parece cosa del diablo! .- Rugió el ingeniero.
Nada más conjurar el nombre del maligno, se apareció como por arte de magia allí Satanás mismo con un ligero  hedor a azufre en el rabo.
 
-Si tú quieres, yo te construyo en un abrir y cerrar de ojos un puente que ni Dios ni el río Gardón, fíjate en lo que digo,  podrán derribarlo nunca mientras el mundo sea mundo.


-Bien quisiera. Pero ¿cuánto me costaría?

-Poca cosa, sólo quiero que me ofrendes al primer transeunte de tu casa que lo cruce, dijo el diablo, con la condición de que no seáis ni tú ni tu mujer.  -Y le brillaban rijosa y maliciosamente las pupilas al Maligno.

-¡Trato hecho! –Se apresuró a decir el ingeniero, codicioso de la fama inmortal que alcanzaría su nombre propio, sin pensar en lo que estaba prometiendo a cambio al diablo Belcebú.

-El puente estará acabado mañana mismo antes de que cante el gallo. Pero no olvides tu promesa.

Y el diablo comenzó a arrancar rocas y construyó a una velocidad increíble un puente monumental,  todo un prodigio de ingeniería en el que no empleó argamasa. Levantó rocas de seis toneladas que unió con grapas de hierro;  ejemplo eximio de aprovechamiento del terreno, un puente así no se había visto nunca por aquellos lares, bien incrustado en el seno del río, con una triple arcada: en el nivel inferior se abrían seis arcos, en el intermedio once y en el superior nada más y nada menos que treinta y cinco, sobre los que discurría, además... un acueducto.























El arquitecto, apesadumbrado por el sacrificio que había prometido, fue a hablar con su mujer y le contó el trato que había pactado con el diablo.  No le hubiera importado ser él el chivo expiatorio del puente del diablo, le dijo a su esposa, con tal de que las gentes recordaran en el futuro su nombre propio. Pero no podía ser. Ni él ni su mujer. y sin embargo tenía que ser alguien de su casa... Así que tendrían que ser o su primogéntio o su hija la tierna criatura que quería a cambio Satanás llevarse a los infiernos,  sólo él sabe para qué, pero seguro que para nada bueno.

Se lo contó con las lágrimas en los ojos a su mujer. Y ésta, mucho más astuta que su marido como suelen ser las mujeres de los hombres por lo general, le enseñó una liebre todavía viva que había cazado el perro, y le sugirió que fuera el hijo mayor o su hermana, fingienndo que iban a ser la ofrenda, que llevaran la liebre metida en el saco y,  llegado el momento de atravesar el puente, que soltaran la liebre…A los dos les pareció muy buena la idea. Y así se hizo.


El hijo del ingeniero, que era doncel, muy valiente y muy buen mozo, metió la liebre en un saco, fue al puente e hizo ademán de cruzarlo. Cuando estaba a punto de sonar el ángelus, el diablo vio al mozalbete y ya se relamía imaginando la presa que iba a cobrarse, aunque hubiera preferido que se tratara de su hermana... Más de una vez, sin embargo,  había visto al muchacho bañarse en el río, y  había codiciado sus blancas y rotundas nalgas.

Hay que mencionar también, dicho sea de paso, que, aunque lo que le interesa al diablo era propiamente el alma inmortal del joven, que se llevaría consigo al infierno para toda la eternidad, no hacía ascos, sin embargo,  al hecho de sodomizar al vástago del ingeniero. Al fin y a la postre, consideró, el diablo también era un ser de carne y hueso.  Y no era mala perspectiva la de obtener el fruto prohibido de un placer efímero que perduraría en su recuerdo  toda la eternidad; ya tendría todo el tiempo del mundo para disfrutar del alma inmortal del muchacho atormentádola día y noche en las calderas del infierno. La práctica de la sodomía, como puede verse, no es algo que repugne a los diablos ni a lo que hagan ascos y que juzguen contrario a su naturaleza, sino todo lo contrario.

El hijo pues del ingeniero abrió el saco y soltó la liebre. Y el diablo atrapó entre sus garras aquella juventud que corría asustadiza y veloz hacia él. Cuando se supo burlado, pues no era lo que él esperaba, ni doncella ni doncel, sino un vulgar conejo la tierna criatura de casa del ingeniero el transeunte que cruzaba  a todo correr, atrapó la liebre, la lanzó y la estampó contra el puente que acababa de levantar, donde todavía puede apreciarse, según dicen, si se fija uno bien,  su imagen en la roca.

Algunos hay, sin embargo, que afirman que lo que quedó petrificado y todavía puede verse en el puente, si uno se fija mejor, no es una inocente liebre, sino la propia verga arrecha del diablo que se quedó literalmente de piedra ante aquel chasco.

Esta historia puede creerse o no, pero hay que reconocer que nadie conoce el nombre propio del arquitecto ni del ingeniero de esta obra maestra, digna del mismísimo demonio, por lo que siempre se consideró que fueron los romanos los que la levantaron.  El puente ha resistido a lo largo de los siglos las embestidas, que no han sido pocas, del tiempo y las crecidas tumultuosas del Gardón.


Pont du Gard

lunes, 4 de julio de 2016

Aquella primera clase de griego

Si no me falla la memoria, hace más de cuarenta años, cursando yo 5º de Bachillerato de Letras, curso 1974-1975, asistí a mi primera clase de griego en el Instituto Nacional de Enseñanza Media Mixto de Camargo. Entonces los institutos no se llamaban IES, como ahora, sino INEM, porque se pretendía que fueran centros de enseñanza y aprendizaje, no de educación. Ya conocía a la profesora, Margarita Martín Díaz. Durante el curso anterior, aquel cuarto, que era el último del bachillerato elemental, nos había dado clase de latín y había sido nuestra tutora. Yo había elegido letras porque me gustaba el latín, y, además, no se me daba mal. Pero lo que me viene a la memoria ahora, como si fuera ayer, fue la primera clase de griego. La profesora escribió una frase en la pizarra en un extraño alfabeto... Y entonces comenzó una fascinación que no ha terminado todavía. 


Eran las últimas y misteriosas palabras de Sócrates al afrontar el trance postrero de su condena a muerte: "Oh Critón, a Asclepio le debemos un gallo". Era el primer texto griego que aprendíamos a leer y a escribir. Divinas palabras. Eran unas letras desconocidas que nos abrían a un mundo por un lado lejano y ajeno, pero por otro muy próximo. A la vez que aprendíamos los nombres de las letras y sus grafías mayúsculas y minúsculas, oíamos hablar de aquellos acentos agudos, graves y circunflejos, aquellas iotas suscritas, y aquellos espíritus suaves y ásperos, que habían dejado el recuerdo imborrable de una hache en nuestra lengua, y oíamos hablar por primera vez de Platón, que había escrito esa frase, y de Sócrates, que la pronunció pero que no había escrito nada por su parte, condenado a muerte por un tribunal democrático ateniense por corromper a la juventud y no creer en los dioses en que creía la ciudad, y de Critón, su amado discípulo, y del dios de la salud Asclepio o Esculapio, al que Sócrates encargaba consagrarle un gallo. Tal vez se trataba de un sacrificio de acción de gracias, quizá era una manera de desdramatizar la propia muerte. Aquella clase fue una experiencia inolvidable. Era como aprender a leer otra vez, aprender a leer en una nueva lengua hermética, pero a la vez muy nuestra; en una lengua en la que se ha dicho todo o casi todo lo que puede decirse e imaginarse. Aprender griego es descubrir la filología, el amor -filo- por las palabras -logos-, que son lo más valioso que tenemos, gratuito como es el lenguaje como el aire que respiramos, porque sirven para preguntarnos una y otra vez según la costumbre socrática qué son las cosas.

Viñeta de El Roto, aparecida en El País el 4 de julio de 2016

El griego no es sólo la lengua muerta en la que hablaron Sócrates y Platón, entre otros. Sigue hablándose hoy día en Grecia y en Chipre. Y sigue escribiéndose. Y cantándose, amantes como son los griegos actuales de la poesía que se canta. Prueba de ello son los dos premios Nobel de literatura que han cosechado en el siglo XX: el poeta Yorgos Seferis en 1963 y el también poeta Odiseas Elitis en 1979. De este último os dejo el poema Marina, cantado por  María Faranduri, y musicado por Mikis Theodorakis.  Las imágenes del vídeo recogen secuencias de la película "Ifigenia" de Cacoyannis.

Con la venia de las espléndidas traducciones al castellano de Cristián Carandell y Román Bermejo, os ofrezco esta otra aproximación al poema de Elitis que pretende conservar no sólo la letra sino también la musicalidad del original, apta para cantar con la misma melodía.
       

 Marina


Dame a mí hierbabuena, luisa
            y albahaca que pueda oler,
que yo te bese de esta guisa
y  algo en el recuerdo tener

La fuente y palomas aquellas,
            la espada arcangelical,
el  sembrado de las estrellas,
            y el  hondo pozo sin final.

Las noches que te paseaba
al otro confín celestial
y tu ascenso yo contemplaba,
            hermana de Venus carnal.

Marina, verde estrella mía,
Marina, Venus matinal,
Marina, paloma bravía,
            y azucena primaveral.

viernes, 1 de julio de 2016

Algunos usos del prefijo AB- y sus variantes A- y ABS-

El preverbio latino AB con sus dos variantes contextuales A y ABS  indica separación o alejamiento del exterior de un límite, y conlleva nociones concomitantes de privación y desposeimiento. Se usa la forma ABS- cuando se une a palabras que generalmente empiezan por /t/,   y puede aparecer reducido a A- ante las consonantes nasales  /m/ (A-moral, alejado de los criterios morales maniqueos de bueno y malo, y por lo tanto ni moral ni inmoral, sino que está al modo nietzscheano más allá del bien y el mal, ya que bien y mal  no son cosas propiamente dichas sino consideraciones morales basadas en el mos maiorum o costumbre de los antepasados de las cosas)  y /n/ (A-normal, alejado de la norma). Pero este prefijo también significa "desde, a partir de"; por ejemplo se denomina AB-orígenes a los que habitan en un lugar desde siempre, desde sus orígenes.

La forma habitual en que se presenta en castellano  es AB-, en concurrencia con sus hermanos DE y E/EX. Un ejemplo es el nombre del sexto caso de la declinación latina: el AB-lativo (sin hache porque no tiene nada que ver con hablar),  que expresa entre otras nociones la de AB-lación en sentido propio, es decir, la procedencia del exterior de un límite que se toma como punto de partida. Esta palabra se utiliza más en contextos quirúrgicos como sinónimo de amputación, por ejemplo la bárbara práctica de la AB-lación o mutilación femenina del clítoris,  o científicos cuando se habla de AB-lación continental o glaciar.



No hay que confundir, sin embargo, la AB-lación con la AB-lución: el verbo latino LUERE significa lavar y con el prefijo AB-LUERE quiere decir quitar lavando, por eso cuando uno hace sus AB-luciones lava todo su cuerpo  o una parte de él con el fin de purificarlo, quitándole las impurezas, por ejemplo el polvo de los caminos que se adhiere a la planta de los pies.

Práctica de oraciones y abluciones a orillas del Ganges, en Benarés.

Veamos algunos ejemplos más: en la historia más reciente hemos asistido a dos AB-dicaciones: la del papa Benedicto XVI en el seno de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y la del rey Juan Carlos I de España, que cedió la corona a su sucesor varón dinástico y renunció así a la soberanía de su pueblo.  AB-dicar no es, como dice el chiste, una empresa de alquiler de coches, sino un verbo latino AB-DICARE, compuesto de DICARE. Entró en castellano hacia 1450 tomado del latín, y ha sido conjugado en primera persona por el Rey Juan Carlos I.  Si  DICARE era "anunciar", AB-DICARE es "anunciar que uno se aleja, deja de hacer algo, renuncia, y, en concreto,  renunciar a la realeza”.  Si DICARE, derivado de DICERE "decir", era proclamar solemnemente, es decir, firmar Reales Decretos, para que nos entendamos, y hacer eso que se supone que hace un rey que, según el dicho, “reina pero no gobierna”, AB-DICARE es dejar de hacerlo.  De ese mismo verbo DICARE tenemos en castellano “de-dicar” con el sentido de consagrar pero tambén declarar y “pre-dicar”, que significa predecir, profetizar, decir algo antes de que suceda. Es decir que ab-dicar, lo que ha hecho el ahora rey emérito, es dejar de de-dicar-se a lo que  pre-dica-ba. Cuando uno AB-dica de alguna manera también está AB-jurando, porque está desdiciéndose de un juramento realizado previamente.


Cuando se interrumpe, ya sea voluntaria- o involuntariamente el embarazo, se AB-orta, porque estamos privando de nacimiento, que es el orto, que en astronomía es la salida o aparición del sol o de otro astro por el horizonte. Relacionado con el Sol y su salida está, precisamente, el oriente, que tienne la misma raíz que el orto y el AB-orto.



No es lo mismo el uso que el AB-uso. Y así como es bueno hacer uso de algunas cosas, no es aconsejable AB-usar de ellas, lo que resultaría AB-usivo, y propio de un AB-usador, por lo que podría considerarse AB-yecto o fruto de una AB-yección si se trata no ya de cosas, sino de personas y sobre todo de menores.  Precisamente la Iglesia Católica es acusada de pedofilia (propiamente de AB-uso de niños), aunque algún cardenal ha salido por ahí inventándose un neologismo y argumentando que más que pedofilia  lo que hay son casos de efebofilia (es decir, de AB-uso de efebos preadolescentes o adolescentes), queriendo quitarle así algo de gravedad a la acusación, aunque en ambos casos nos hallamos ante AB-uso de menores de edad. Este AB-uso sexual de menores es propiamente una AB-ducción, que resulta, como cualquier otro AB-uso sexual, de poder o autoridad, AB-ominable es decir,  alejado del buen agüero, y por lo tanto AB-orrecido, con horrible pérdida de la hache intercalada, pues no deja de ser una AB-errante AB-erración, valga la redundancia.  Algo resulta AB-errante cuando se desvía del curso normal, lo que se denomina AB-erración, sinónimo por lo tanto de extravío, es decir, de salirse del camino habitual.

 El rapto (o abducción) de Ganimedes, Damiano Mazza (1575)


Y es que un menor puede ser AB-ducido, es decir, arrebatado o apartado de su entorno inmediato, no tanto por una supuesta criatura extraterrestre como fue Ganimedes en la mitología por el águila de Zeus o por el dios mismo transformado en ave rapaz, sino también por un ser terrestre, como los prelados de la Iglesia, que siguen el mandato evangélico de "sinite parvulos venire ad me" (dejad que los niños se acerquen a mí). La AB-ducción es también el movimiento que realizan los músculos AB-ductores, que son los que ejecutan un  alejamiento del plano de simetría del cuerpo humano, como el que mueve el ojo hacia la sien.


Vayamos ahora a la forma ABS-:  Uno puede ABS-traerse y alejarse así de la tracción o empuje de las cosas, como hace por ejemplo el arte ABS-tracto, y uno puede también estar ABS-traído ante un cuadro ABS-tracto o ante una ABS-tracción.



No conviene confundir, porque no es lo mismo, el ABS-tencionismo,  que es la práctica política popular que consiste en apartarse de las urnas donde no se decide nunca nada, sino que se elige a alguien inscrito dentro de una lista cerrada para que decida en nuestro nombre, que la ABS-tinencia, que es la privación de algún voto religioso como el ayuno o la castidad.

ABS-temio, por otra parte, no tiene nada que ver desde el punto de vista etimológico con ABS-tención ni con ABS-tinencia, que son compuestos del verbo TENERE/TINERE. El ABS-temio es el que se aleja y priva del temetum, que propiamente era el mero o vino puro, es decir, el alcohol, y por lo tanto tiene más que ver con el temulentum,  que es el borracho.

En cuanto a la ABS-tención hay que decir que en las últimas elecciones celebradas en el reino de las Españas el 26 de junio pasado, fue la postura política mayoritaria del electorado español como revelan los datos.

De un total de 34.597.038 españoles censados, la participación fue del 69.84% del electorado y la ABS-tención del 30,16%, lo que supone que unos 10.435.955 millones de españoles no hemos ido a votar, frente a los  24.161.083 que, engañados por los cantos de sirenas de las promesas electorales de los candidatos de los partidos políticos concurrentes,  han acudido sumisamente -cívicamente, dicen ellos, confundiendo el civismo con la resignación- a las urnas. El Partido Popular, que dicen que es quien ha ganado las elecciones, no llega a los ocho millones de votantes.

 Pintada a favor de la abstención electoral

Hay gente que confunde el voto en blanco con la ABS-tención. No son lo mismo los 178.521 votos en blanco que se registraron en estas últimas elecciones, que son votos indecisos de votantes que acuden a las urnas y no saben a qué candidato elegir para que decida por ellos o les da igual uno que otro, conscientes como son en el fondo de que los que mandan son al fin y al cabo unos mandados, y de que da igual quién sea el mandado que pretenda gobernarnos.

En fin, no siempre que una palabra española empiece por abs- estamos ante la  forma  ABS del prefijo latino, pues podemos encontrarnos con AB más palabra que comienza por /s/, como en los casos de AB-solver y AB-sorber.  A uno se lo puede AB-solver cuando se le da la AB-solución o liberación, y entonces está AB-suelto. Algo AB-soluto es precisamente, algo que está liberado, desligado -esto es, no relacionado con lo demás, si es que hay algo así en AB-soluto en el mundo, donde todo parece relativo; de ahí, el AB-solutismo. Ahora bien, no es lo mismo AB-solver que AB-sorber, que es propiamente atraer y retener algo, generalmente un líquido como puede hacer una esponja.