lunes, 31 de octubre de 2016

El hilo de Ariadna



La palabra latina FILVM evoluciona al castellano perdiendo la –M final (es lo que se conoce como apócope)  y abriendo la vocal U en O. Son raras las palabras procedentes del latín que hayan conservado esta U final.  Espíritu, ímpetu y tribu son tres de ellas. En el caso que nos ocupa FILUM evolucionó a FILO, que podemos definir como el borde agudo de un instrumento cortante, por ejemplo, de una navaja, pero también hablaremos del filo de un abismo para indicar que nos encontramos al borde de un precipicio. El plural de FILVM en latín era FILA, dado que estamos ante una palabra de género neutro, y de este FILA procede nuestro femenino FILA, puede que por influjo del francés FILE o puede que directamente. En todo caso estamos ante un derivado de FILVM entendido como “borde muy fino”, hilera. 

De FILO obtendremos el adjetivo FILOSO y el verbo AFILAR, con el significado de “sacar FILO”, es decir, punta a un cuchillo, por ejemplo, oficio del que se encargaba el AFILADOR. Todavía recuerdo yo la cantilena de mi infancia con la que se presentaba el afilador en el barrio: ¡El afilador! ¡Afila cuchillos, navajas, tijeras…! 

A través del francés DÉFILER nos llega DESFILAR que quiere decir “marchar en FILA”, con la connotación militar de “marchar las tropas en orden y formación ante las autoridades en ciertas solemnidades”. Y también, por esa misma vía, del francés ENFILER nos llega ENFILAR que propiamente significa “poner en fila”, para completar los verbos que acaban en –filar, tenemos también PERFILAR, que viene a nosotros a través del occitano antiguo PERFIL “dobladillo”, de donde, “contorno de un objeto” y de ahí “completar con esmero algo”. 


A través del francés FILET, derivado de FILUM, que significaba “espaldar de un animal y concretamente, médula, por la forma afilada que tiene ésta” nos llega FILETE, esa loncha delgada, según la Academia,   de carne magra o de pescado limpio de raspas.

Pero no veamos la cosa de REFILÓN o de soslayo, oblicuamente desde uno de sus filos, es decir, al sesgo, sino que, dejando aparte algunas palabras que ya estaban en latín como FILAMENTO, FILIFORME, FILIGRANA  prosigamos la evolución de FILUM que como doble te que es da origen también a una palabra patrimonial, que es HILO.

Este cambio es característico del castellano, aunque no se produce siempre pues tenemos muchas palabras latinas que empiezan por f- (fuente, frente...). Se debe según Menéndez Pidal al influjo del eusquera, que carece de F- inicial. Si observamos las lenguas romances hermanas,  todas ellas han conservado la F- inicial latina: gallego y portugués FIO, catalán y francés FIL, italiano FILO y rumano FIR. En la lengua de Cervantes se ha conservado la F inicial en el cultismo FILO, pero se aspiró y posteriormente se perdió la aspiración, conservándose su recuerdo con la grafía H- en el vulgarismo HILO. Algún recuerdo nos queda de la aspiración de esa F- inicial latina en palabras como jamelgo, que deriva de FAMELICVM, y jondo cuando se habla del cante que sale de las honduras del alma.
    
 Y llegamos así al HILO, y al verbo HILAR y a las HILANDERAS de Velázquez, por ejemplo, cuadro que da vida al mito de Aracné que nos contaba Ovidio en sus Metamorfosis: la historia de aquella ilustre tejedora que osó desafiar a la mismísima Palas Atenea a bordar un tapiz. La labor de HILADO de esta HILANDERA era tan extraordinaria y ella tan consciente de ello y soberbia que la diosa la castigó convirtiéndola en una araña que teje incansablemente su telaraña.

Pero no acabaremos esta RETAHILA, es decir, esta RECTA FILA “hilera derecha”, sin mencionar otro célebre HILO, el HILO DE ARIADNA, con el que la princesa de Creta e hija del rey Minos, ayudó a su amado Teseo a salir del Laberinto. Matar al monstruo que habitaba en su interior era labor del héroe, que a eso había ido desde Atenas para liberar a su ciudad del tributo anual que debía rendirle de catorce vidas humanas, pero el problema venía después. ¿Cómo salir del Laberinto en el que habitaba el monstruo, aquel “semibovemque virum semivirumque bovem” “toro de hombre mitad y hombre de toro mitad” (uno de los peores versos de Ovidio y de la poesía latina y, a la vez, uno de los más ingeniosos según otros)?.  


No había más que recoger el hilo del ovillo que había desplegado al entrar para poder volver sobre sus pasos y salir del laberinto: A eso sigue invitándonos Ariadna: a no perder el hilo, a seguir tirando del hilo para poder salir del laberinto en el que nos encontramos.

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