viernes, 30 de junio de 2017

¡Manda uebos!

El título de esta entrada no es una expresión malsonante ni contiene faltas de ortografía de grueso calibre como pudiera parecer a primera y simple vista. Es una expresión recogida en el diccionario de la Real Academia Española, aunque desusada. Se trata de un arcaísmo, sí, pero que, empleado en situaciones que son desgraciadamente de una actualidad muy rabiosa, como suele decirse, sirve para constatar una realidad.

Si hacemos el análisis sintáctico, aplicando las viejas artes de la gramática que nos enseñaban en la escuela,  resulta que "uebos" es el sujeto de la frase. Si procedemos ahora a analizar morfológicamente el término,  resulta que no es  un sustantivo plural, sino singular, como se ve en la expresión latina de la que procede: mandat opus, que significa que la necesidad, es decir, la realidad o, si se quiere, la "práctica", la “obra” obliga.  Tampoco, huelga decirlo, es una expresión sexista ni políticamente incorrecta, contra lo que pudiera parecer, pues no hay ninguna alusión a los órganos genitales ni al sexo por ningún lado. 


La evolución de la palabra es muy sencilla:  OPUS conserva la /s/ final, que no es marca de plural (porque ha evolucionado como Dios, que también acaba en /s/ y resulta que es singular, como bien saben los monoteístas que dicen que Dios sólo hay uno y verdadero llámese Dios, Alá o Jehová, y que para el plural hay que añadir –es: dioses), la /u/ se abre en /o/ > opos; la /p/ intervocálica se sonoriza y se convierte en /b/: obos, y finalmente la o breve y tónica diptonga en /ue/: uebos.  Si queremos escribirlo de una manera más fonética y acorde con la pronunciación, podríamos hacerlo así: güebos: manda güebos. 

La palabra es castellana vieja. Aparece varias veces en el primer monumento de la literatura española que ha llegado a nosotros, el Cantar de Mío Cid. En el cantar primero, por ejemplo, que trata del destierro del Cid, en el trato de Martín Antolín con los judíos: Nos uebos avemos en todo de ganar algo, que quiere decir: “nosotros tenemos la necesidad en todo de ganar algo”. Es muy frecuente la forma “por uebos”, es decir, por obligación, porque como dice la gente, a la fuerza obligan y ahorcan. 

El problema es que mucha gente no entiende ya esta expresión en su sentido originario y cree que contiene una alusión sexual metafórica, y hay quienes llegan incluso a decir que hay que hacer algo “por cojones”, lo cual sí es una grosería malsonante, e incluso, algunas feministas contraatacan esta expresión que tildan de machista,   diciendo “por ovarios” para contrarrestar. Pero nada de eso está en el origen, aunque la confusión resulte no poco significativa.

Fotografía del tablón de anuncios tomada con el móvil  (29-06-2017)
Se me ocurrían estas disquisiciones filológicas a propósito de la resolución del Consejo Escolar del Instituto que ha decidido que para que se constituya el grupo de primero de Bachillerato Internacional de Humanidades y C. Sociales el próximo curso tiene que haber NUEVE (sic, en mayúsculas, subrayado y en negrita para más inri) alumnos matriculados, y resulta que hay solo cinco preinscritos (admitidos, como allí se dice; no matriculados porque aún  no se ha abierto el plazo de matrícula).  Pero ¿cómo van a matricularse los cinco preinscritos si la resolución del consejo está disuadiéndolos de hacerlo ya que faltan cuatro para que sumen nueve y pueda constituirse grupo? 

Es una lástima que la resolución del Consejo Escolar del Centro haya puesto ese límite, que no viene determinado desde arriba, de las altas instancias del Ministerio, de donde no suele caernos nada bueno, sino que ha surgido del propio órgano de gobierno colegiado del Centro en el que están representados, supuestamente, todos los miembros de la comunidad educativa (profesores, padres, alumnos y personal no docente), bueno, todos obviamente no, digamos que la mayoría,  nunca todos. El fetiche en el que se fundamenta la moderna democracia es doble:  por un lado porque nuestros supuestos representantes "no nos representan", dada la imposibilidad metafísica de la representación, y, por otra parte, por la pretensión de hacer pasar la voluntad de la mayoría por la de todos en detrimento de la, como diría Juan Ramón Jiménez, inmensa minoría.



Los representantes del colectivo más numeroso, que es el del alumnado no asistieron, por lo que los alumnos, principales afectados de una resolución como esta, no estuvieron representados ni físicamente siquiera presentes en la toma de esa decisión. Asistieron algunos, que no todos los representantes de otros colectivos, pero eso no quiere decir que expresaran tampoco la opinión de sus representados, ajenos a la decisión que allí se tomaba, que no se les había consultado previamente. El representante no sabe hasta ese momento lo que va a decidir, por lo que no puede consultar a sus representados, para lo que debería convocar previamente una asamblea… Por otro lado, la correlación de fuerzas en dicho órgano de gobierno no es proporcional al número de integrantes del colectivo, ya que el más numeroso, que es el del alumnado, está infrarepresentado cuantitativamente, por lo que no se cumple el principio fundacional de la democracia de que una persona es un voto.


¿Qué criterios han seguido además para establecer que ese límite sea  precisamente nueve y no otro? Es un misterio inescrutable.  En todo caso es una lástima porque elimina una opción, en lugar de mantenerla y salvaguardarla, habida cuenta de su carácter minoritario. Pero ya se sabe lo que reza el refrán:  donde hay patrón no manda marinero. Y añado yo: manda uebos.

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