domingo, 30 de julio de 2017

"Negra sombra que me asombras"

Dice Nicola Gardini en su reciente libro publicado en Italia en 2016, Viva il latino. Storie e bellezza di una lingua inutile, que ya va por la décima reedición, que para él “umbra” es una de las palabras más bellas de la lengua latina. Así justifica su elección (pág. 134): Nella sua brevità condensa il suo stesso significato, passando dall’ oscuro della vocale iniziale al chiaro di quella finale, attraverso un concertino di ben tre consonanti, la nasale m (che prolunga l’ impressione di cupezza) e la coppia labiale media (o sonora) b + liquida dentale r (che sospingono dolcemente alla luce). “En su brevedad condensa su propio significado, pasando de lo oscuro de la vocal inicial al claro de la final, a través de un pequeño concierto de tres consonantes, la nasal m (que prolonga la impresión de oscuridad) y la pareja labial media (o sonora) b + líquida dental r (que empujan dulcemente a la luz)”. Efectivamente, la u es una vocal más cerrada y, por lo tanto, nos sugiere la idea de privación de luz que la sombra conlleva, por lo que es más oscura, que la a final, más abierta y, por lo tanto, más luminosa, como la luz que se vislumbra al final de un túnel.

            Conservamos en español cultismos derivados de VMBRA, como el adjetivo umbrío y umbrátil, y los sustantivos umbría, que alude al terreno húmedo y orientado generalmente hacia el norte, y penumbra, palabra compuesta ya en latín de paen(e) “casi” y umbra “sombra”.


            Sin embargo el umbral de la puerta no deriva de la palabra VMBRA, contra lo que pudiera parecer a primera vista, ya que, en castellano viejo, no se decía “el umbral”, como hoy, sino “el lumbral”. Este lumbral no tiene nada que ver con la lumbre tampoco, aunque puede haber una remota relación, ya que era una forma alternativa de limbral/limbrar, que procede de LIMINAREM, adjetivo derivado de LIMEN, que propiamente significaba “umbral de la puerta” o “dintel” en latín en sentido estricto y en el figurado “comienzo”, relacionado como está con LIMES LIMITIS “límite, linde”, como sugieren los compuestos que funcionan como adjetivos preliminar o subliminal. Alude este último a lo que está por debajo (sub) del umbral de percepción, y el verbo “eliminar”. literalmente significa echar fuera (e/ex) del umbral; el lumbral era, por lo tanto, la parte inferior de la puerta de una casa, donde la ele inicial de la palabra desapareció por confusión con el artículo. Como curiosidad hay que decir que el dintel, o parte superior de la puerta, deriva de LIMITELLVS, que es el diminutivo de LIMES: lintel o dintel. 

            VMBRA evolucionó en francés a OMBRE, en italiano y catalán a OMBRA, en rumano se mantuvo como UMBRA, y en castellano y portugués quedó como SOMBRA. ¿De dónde procede esa S inicial que compartimos los hablantes castellanos y portugueses? 

            Hay dos teorías que pretenden explicarla: la del maestro Corominas dice que es una influencia probable de “sol”, ya que hacia 1250 está atestiguada la forma solombra en los dialectos leoneses, judeoespañoles, portugueses y occitano, habida cuenta de las correlaciones solear/sombrear, sol/sombra, solano/sombrío; la Real Academia Española, por su parte, se inclina por otra explicación: deriva la forma solombra de la expresión preposicional sub umbra (bajo la sombra), con la evolución normal de sub > so, quizá habría que postular un so l’ ombra, procedente del latín su(b il)la umbra “bajo aquella sombra” que evolucionó a solombra y de ahí al arcaico soombra atestiguado en portugués antiguo, hasta llegar a la moderna sombra. Derivan de sombra: sombrajo, sombrero, sombrilla, y los compuestos asombro y ensombrecer.


             Asombrarse sería propiamente asustarse, o si no llega la cosa a tanto, sorprenderse al menos de una sombra, que resultaría así asombrosa, como en los  versos de Rosalía de Castro: "negra sombra que me asombras" y "sombra que sempre me asombras". Lo curioso de la palabra sombra es que se refiere tanto a la oscuridad que proyecta un cuerpo como a un fantasma o proyección sin cuerpo. A veces nos asustamos, como los niños, de nuestra propia sombra, pero también de una sombra que no sabemos de quién es, que no es de nadie, y que, por lo tanto nos amenaza con la proyección de su presencia, porque se nos impone como si fuera alguien o algo, vaya usted a saber.

 
            El diminutivo de VMBRA era ya en latín VMBRELLA y VMBELLA. El primero se utiliza en inglés como sinónimo de “paraguas, sombrilla”, y en italiano con vocalismo /o/ ombrella, mientras que en castellano subsiste como cultismo umbela, quitasol que se utiliza para cubrir el Santísimo al trasladarlo, pero también tenemos el compuesto umbelífero que se utiliza en botánica para referirse a plantas como el cardo corredor, el apio, el perejil, el hinojo, el comino, la zanahoria o la cicuta con la que envenenaron a Sócrates, que poseen unas inflorescencias en las que los pedúnculos, que arrancan de un mismo punto y se elevan a igual altura, forman una especie de paraguas, de donde le viene la analogía que explica su nombre.

            Una palabra muy bella, sin duda, con la que concluye la Eneida de Virgilio: Eneas atraviesa con su espada a Turno, su rival, y su alma, indignada, huye con un gemido al reino de las sombras: uītaque cum gemitū fugit indignāta sub umbrās.

jueves, 27 de julio de 2017

¿Cómo solucionar el problema de las faltas de ortografía?

A las respuestas tradicionales de fomentando la lectura desde la más temprana infancia y leyendo mucho desde entonces, desarrollando la memoria visual, haciendo cuadernos de ortografía y muchos dictados, copiando correctamente las palabras mal escritas varias veces como nos hacían en la escuela el siglo pasado, aprendiendo las reglas y normas (como por ejemplo: ene se escribe eme antes de pe y be), habría que añadir la solución definitiva que ningún Académico de la RAE ni profesor de Lengua y Literatura Castellanas quiere considerar, porque ¿a qué iban a dedicarse ellos, la real institución y los muchos profesores tanto de la enseñanza pública como de la privada y la concertada si desapareciera el problema?


La solución definitiva sería la mejor reforma educativa -y ya van para siete en treinta y cinco años en España las reformas que  no han servido para nada bueno-, la más interesante de todas las habidas y por haber: la reforma ortográfica.  No se atreven a emprenderla porque habría que jubilarlos a todos, como habría que, siguiendo la propuesta que un día desde la Orotava hizo don Joaquín Gutiérrez Calderón en un periódico de humilde tirada, jubilar todas las haches mudas al principio de palabra, unificar las bes y las uves y utilizar una sola de las dos letras para el mismo fonema, quitarles la u a las ges para decir “guerra” y usar las jotas tanto para “coge” como para “coja”, de lo que fue precursor Juan Ramón Jiménez. Habría que despedirse de equis como la de “experto” y dejarlas en lo que son, simples eses, y olvidarse de enes como la de “instituto”, que sólo los muy pedantes se empeñan en pronunciar para que se note su afectada cultiparla, unificar las ces, las kas y las cus y utilizar una sola de esas letras para escribir cosas como “casa”, “kilo” o “queso”; y unificar la zeta y la ce, quedándonos con una de las dos para escribir “ceniza”, por ejemplo. Y a la lista de propuestas de Gutiérrez Calderón añadamos que habría que escribir con y griega tanto "calló" como "cayó", habida cuenta de la extensión del fenómeno fonético del yeísmo en español oficial contemporáneo que ha acabado confundiendo ambos fonemas.

Sólo entonces, con una escritura fiel al habla de la gente -y hablando se entiende la gente y no hay faltas de ortografía que valgan- se acabarían los errores ortográficos, “esos clamorosos desajustes entre la razón limpia de los niños y la norma más caprichosa que etimológica de los académicos” en expresión de Gutiérrez Calderón.

 Sobra de ortografía: auriculares in(h)alámbricos

Ya hablaremos más adelante de cómo, por otra parte, la escritura, con faltas y sobras de ortografía o sin ellas, no es más que la tumba de la lengua hablada, y de la narración y la poesía, y del razonamiento, que acaba así enquistándose y convirtiéndose en filosofía, y en historia de la filosofía, y en mera literatura, pero ese es otro cantar.

domingo, 16 de julio de 2017

Mujer que sabe latín...

No hay nada más tonto y alejado del razonamiento y del sentido común que el refranero, donde lo único que se puede sacar en claro es que hay refranes para todos los gustos. Así por ejemplo: Al que madruga Dios le ayuda. Pero, por el contrario: No por mucho madrugar amanece más temprano.  Las paremias, proverbios o refranes, que son el objeto de estudio de la paremiología, son por lo general anónimas y presentan diversas variantes, siendo una de sus características el verso, generalmente octosílabo en castellano, y la rima, que asocia siempre dos palabras que aparentemente no tienen mucho en común, en lo que reside su gracia.

Muy pocos tiene algo de validez general o de razón común.  Ya hace algún tiempo analizamos algunos refranes anticlericales españoles aquí, cuya lectura puede resultar tan provechosa como divertida. Por mi parte, a más de aquellos sólo conozco dos o tres que merezcan la pena: No hay mal que para bien no venga. Es uno. Otro: Donde menos se espera salta la liebre (o el gazapo, que es el conejo joven). Otro: En el cielo manda Dios, / el demonio en el infierno; / y en este mundo cabrón / del dinero es el gobierno” (o... el que manda es el dinero”). Repárese en las rimas de esta última copla,  que abren tantas sugerencias: ...Dios/...cabrón; ...infierno/ ...gobierno. 

El refranero es útil para conocer los prejuicios de la sociedad, que refleja a la perfección. Se puede decir que es popular en el peor sentido de la palabra: refleja la mentalidad, generalmente sumisa y resignada, del pueblo sometido a lo que Dios manda. Por ejemplo, si buscamos la relación “hombres/mujeres” y la cultura, encontramos que no es la lengua la que es machista, son los hablantes de esa lengua los que ordinariamente lo son, y atribuyen la cultura como adorno a los varones y como defecto a las mujeres. Verbigracia: Mujer que sabe latín, ni encuentra marido ni tiene  buen fin. Otra variante con la misma rima: Mujer que sabe latín, no la quiero para mí. Y otra más,  por si fuera poco: Mujer que sepa latín, guárdatela para ti.

¿Qué quiere decir aquí “latín”? Quiere decir cultura, estudios, conocimientos, una carrera, porque a lo largo de la Edad Media y hasta la Moderna, pasando por el Renacimiento, el latín fue la lingua franca de la cultura occidental europea. No se está haciendo contracultura y criticando la cultura en general. El refranero no llega a tanto. Lo que critica es que las mujeres se culturicen. Esos mismos conocimientos, que no son buenos en las mujeres, son bienvenidos en el hombre, como demuestra implícitamente este otro refrán: Ni mujer que hable latín, ni hombre que hable gachupín. Gachupín alude despectivamente, en principio, al español establecido en México o Centroamérica, pero también a los hispanoamericanos que se establecieron posteriormente en España, cuyo acento y forma de hablar delataba enseguida su procedencia y extranjería, lo que refleja también la xenofobia,  además de machismo, del refranero popular. 


Otro refrán que implícitamente refleja lo mismo, a saber: que la cultura es cosa de hombres y desaconsejable en la mujer sería: Con latín, rocín y florín, se va al mundo hasta el fin, o en otra versión: Con latín, rocín y florín, andarás el mundo del uno al otro confín. Florín es dinero. Leo por ahí que los florines, siendo en su origen venecianos, se acuñaron en Aragón durante el siglo XIV y circularon también por Castilla hasta entrado el siglo XV. Rocín es aquí sinónimo del caballo propio del caballero, aunque era en principio un caballo de trabajo y de poca alzada. Es decir que con un medio de transporte, estudios  -latín- y dinero se va al fin del mundo. Otra variante de este mismo refrán, que decían los estudiantes de Salamanca, era: Con latín, rocín y florín andarás el mundo hasta el fin y podrás ver el Miramolín, ya que el conocimiento de la lengua del Lacio abría las puertas del éxito, junto a la condición social y a la posesión del dinero, claro está. Lo del Miramolín supongo que es abreviación de Miramamolín, título árabe que, según la inevitable Wikipedia, es la deformación de Amir al-Mu'minin,  y quiere decir Príncipe de los Creyentes, y se refiere a los califas. 

La gracia de estos refranes anónimos y con tantas variantes sobre el mismo tema es que reflejan otros tiempos que sin embargo son, ay, estos mismos todavía: Hoy tendríamos que sustituir los florines no ya por las obsoletas pesetas, sino por los euros, y el Miramolín por el Caribe, por ejemplo. Pero sería lo mismo. Y el latín. ¿Por qué podemos sustituir el latín? Pues ya se encargan las sucesivas reformas educativas que padecemos de sustituirlo por la nueva forma de cultura, que es la económica o financiera, y por el emprendizaje, que es el fomento del espíritu no aprendedor sino emprendedor, que es más útil para la vida moderna, o por las matemáticas "apps",  como las aplicaciones del móvil,  que han invadido el otrora denominado y siempre desprestigiado bachillerato de letras y lo han diversificado en "humanidades", que suena  a manualidades y a vanidad de vanidades,  y  en "ciencias... (del latín scientias: conocimientos, saberes, que viste más que letras) ...sociales". ¡Qué pena!

martes, 11 de julio de 2017

Las últimas palabras del emperador Claudio

Parece que alguien, cuando está en su lecho de muerte y es consciente de que está a punto de emprender el último viaje sin retorno en la barca de Caronte, está abocado a decir algo que trascienda. Así, por ejemplo, Suetonio nos cuenta en su biografía de Augusto (Vida de los doce Césares, II, 99, 1) que las últimas palabras del príncipe al dejar este mundo fueron: Acta est fabula, plaudite, ciues! "¡Se acabó la sesión,  aplaudid, ciudadanos!". Esta frase se utilizaba en el teatro antiguo para indicar el final de una obra teatral.  Parece que el emperador era consciente de que la comedia que había sido su vida tocaba a su fin y pedía del público, como los actores de Plauto y Terencio, al final de la función, el aplauso condescendiente.



Otro césar romano, Vespasiano, una vez establecida ya la costumbre de la divinización de los emperadores muertos, parece que dijo, también según Suetonio, cuando se acercaba su hora: Vae, puto,  deus fio. "Ay, me estoy convirtiendo en un dios, creo".



Esta deificación, que nos puede parecer curiosa y extraña a nuestro mundo, no lo es tanto si se piensa en cómo la Iglesia Católica hace algo parecido en sus procesos de beatificación y santificación o canonización. "Beatificar" según el diccionario de la RAE es ‘declarar que un difunto, cuyas virtudes han sido previamente certificadas, puede ser honrado con culto’, y "canonizar" y "santificar" significan ‘hacer santo a una persona ya beatificada’. Así, por ejemplo, el papa Juan Pablo II, fallecido en 2005, ha sido ya canonizado. Algo, pues, muy similar si no idéntico a la apoteosis de los emperadores romanos.

Algunos césares, como por ejemplo Tiberio, el sucesor de Augusto, estuvieron a punto de ser divinizados en vida, aunque se resistió a que le erigieran un santuario antes de su fallecimiento, recordándoles a los senadores proclives a ello (Tácito, Ann. 4.38.1):  Ego me, patres conscripti, mortalem esse...  uolo." (Yo, senadores, quiero ser mortal). Era su manera de decirles que no quería morirse todavía.


La muerte de Tiberio, Jean Paul Laurens (1864)

Séneca nos ha transmitido en su sátira sobre la supuesta divinización del emperador Claudio que se conoce como "Apocolocíntosis" -conversión en calabaza-  unas palabras menos solemnes pero no por ello menos significativas que las últimas de Augusto o de Vespasiano. Son estas: Vltima uox eius haec inter homines audita est, cum maiorem sonitum emisisset illa parte, qua facilius loquebatur: "Vae me, puto, concacaui me". Quod an fecerit, nescio: omnia certe concacauit.


Estas  últimas palabras suyas se oyeron entre los hombres, al haber soltado un muy sonoro ruido por aquella parte por la que hablaba con más desenvoltura: "Ay de mí, creo que me he cagado". Si lo hizo, no lo sé: lo cagó sin duda todo.

domingo, 9 de julio de 2017

Las tres Antígonas en una de Slavoj Žižek.

Acabo de leer “Antígona” de Slavoj Žižek, el “filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural esloveno”, como lo define la inevitable Wikipedia. La obra, publicada originalmente en 2016 en la lengua del Imperio, ha sido divulgada entre nosotros por editorial Akal 2017 en traducción de Francisco López Martín. Lo que más me ha sorprendido es que se trata de una versión teatral, precedida de un prólogo explicativo donde el autor nos advierte sin embargo de que “no pretende ser una obra de arte, sino un ejercicio ético-político”, pero resulta una propuesta escénica no moderna, sino más bien posmoderna, en la que hay tres biografías o vidas de Antígona muy diversas entre sí:

-La primera, como no podía ser menos, y la más larga de las tres, el primer acto, como si dijéramos, es la enésima versión de la tragedia de Sófocles entre las innumerables que se han hecho hasta la fecha. Žižek aquí no aporta gran cosa. Es de destacar, sin embargo, la versión castellana en impecables versos alejandrinos que hace el traductor F. López Martín, completada según confiesa con las traducciones en prosa de los helenistas Luis Gil y Assela Alamillo, cuya deuda reconoce. Antígona se suicida, como se sabe, y con ella su novio Hemón, el hijo del tirano, según la versión canónica de Sófocles.

 -La segunda parte, de la cosecha propia de Slavoj, nos muestra a una Antígona que convence al tirano Creonte de dar sepultura al traidor Polinices, ante lo que se sublevan los partidarios del otro hermano, irrumpen en palacio y dan muerte al tirano Creonte y a su hijo Hemón, el prometido de Antígona. Nos ha cambiado el final de la tragedia. Antígona no muere. Repite aquello de “Yo no soy más que amor, el odio me es ajeno…” y acaba con un repulsivo tic nervioso en el rostro, quizá de culpabilidad. 

 -La tercera versión, a la tercera va la vencida, es muy distinta de las dos anteriores. El coro aquí adquiere un protagonismo principal, convirtiéndose en un personaje activo que representa al pueblo de Tebas que decide tomar el Poder de un modo revolucionario en una especie de dictadura del proletariado marxista-leninista. El coro, que es el pueblo de Tebas, censura tanto a Antígona, empeñada en dar sepultura a su hermano, como a Creonte, que ha prohibido su sepelio, por la terca obstinación de ambos que pone en peligro la supervivencia de la ciudad, ante lo que derroca a Creonte, y juzga sumariamente tanto a este como a Antígona, y los condena a muerte y ejecuta finalmente a los dos.


Slavoj Žižek intenta justificar su reescritura del clásico de Sófocles argumentando en el prólogo que la única forma de mantener viva una obra clásica es tratarla como si fuese una obra “abierta”, orientada permanentemente hacia el futuro. Abandona la literalidad de la obra para, según él, ser más fiel a ella y a su espíritu, lo que no deja de ser una contradicción. Ya no es una heroína que se enfrenta al Poder. 

¿Con qué Antígona nos quedamos ahora? ¿Con la de toda la vida, la primera, la de Sófocles, o con la segunda, la que propone Slavoj Žižek, la Antígona que convence hábilmente a Creonte y lo humaniza, convirtiéndolo en un gobernante justo y piadoso y haciendo que con ella dé sepultura al cadáver de Polinices, lo que provoca la insurrección de los que veían a Polinices como un traidor, que acaban matando al tirano por haber revocado la orden que dio? ¿Nos quedaremos, en fin,  con la tercera y última que parece la definitiva en la que el coro, que es el pueblo, revolucionaria y democráticamente toma el poder y hace que mueran Antígona, Creonte y Hemón?

Antígona velando a Polinices,  Benajmin-Constant (1868)


viernes, 7 de julio de 2017

Por la desconexión total


Internet es tan importante que si alguien o algo no está en la WWW o Wide World Web, lo que viene a ser el "entramado a lo largo del ancho mundo”, es, sencillamente, que no existe, no es nadie ni es nada, por lo que ha venido a ocupar el privilegiado lugar que tenía antes la televisión, que daba entidad a las personas, transformándolas en personajes, y a las cosas, convirtiéndolas en objetos de consumo, tal es el poder de la publicidad entre los medios de formación, distracción y entretenimiento de masas, con un carácter más individualista por supuesto que la pequeña pantalla,  que, situada casi siempre en el salón o corazón del hogar, acaparaba con sus imágenes la atención de toda la familia en torno suyo como si fuese la llama del fuego de la chimenea.

 

¿Qué quiere decir internet? Hay dos interpretaciones no muy diferentes entre sí sobre el engendro de la palabra. Ambas coinciden en dividirla así: inter-net. La segunda parte está clara: net es la abreviación de network, o sea, red o trama en la lengua del Imperio. Sobre el prefijo latino inter- que entra en la composición del palabro hay dos interpretaciones: para unos es la abreviatura de international, y para otros la de interconnected. En cualquier caso se trata de una red internacional e interconectada, lo que viene a ser casi lo mismo.

La palabra web que interviene en el acrónimo WWW remonta al protoindoeuropeo *webh- con el significado de tejer (to weave, en la lengua del Imperio), y hoy en día es el nombre de la telaraña y, por abreviación, de la propia RIU Red Informática Universal. En alemán tenemos weben “tejer”, pronunciado ['ve:bǝn].



En inglés antiguo net es "malla, red que se usa para pescar, telaraña," también figurativamente, "lazo, trampa moral o mental," y esta palabra está emparentada con el alemán Netz “red, redecilla, rejilla”, ambas remontan del protogermánico *natjan que recubría la idea originalmente de “algo que está anudado o atado, entramado”, y esta a su vez remonta a la raíz protoindoeuropea *ned- que significaría "unir, atar, ligar”.

Esta raíz que nos ocupa *ned- la tenemos en latín con vocalismo /o/ en NODVS, que significa “nudo, vínculo”, y en su diminutivo NODVLVS. De ahí vienen nuestras palabras nodo, nódulo, nudo, y sus derivados y compuestos.

Con sufijo /T/ la raíz *ned- aparece en el prolífico verbo NECTO “ligar, atar, unir, entrelazar”. La palabra nexo viene, precisamente,  de NEXVM,  que es el participio de perfecto de ese verbo.

 

De ANNEXVM, participio del verbo ANNECTO, tenemos en castellano el cultismo anexo y la palabra patrimonial anejo; también los verbos anexar y anejar, y en francés annexer, en italiano annettere, y en alemán annektieren. Del verbo CONNECTO con el prefijo instrumental CON- tenemos en castellano conexión y conectar, (inglés to connect, francés connecter, italiano connettere), por lo que la idea de "entramado en forma de red" ya está implícita etimológicamente en la palabra conexión, y en la desconexión o acción de  desconectar, más aconsejable para nuestra salud mental, aunque no nos adviertan de ello las autoridades sanitarias.


Precisamente la desconexión es lo que se impone contra la idiocia imperante, y no una desconexión ocasional en período vacacional o de fin de semana, para recargar la batería a fin de poder seguir funcionando con toda impunidad como si no pasara nada, sino en plena semana laboral a ser posible siempre. Es más lo que se gana que lo que se pierde.

miércoles, 5 de julio de 2017

Nihil durare potest...

Cuatro pentámetros dactílicos, que en la métrica clásica suelen combinarse con los hexámetros para formar el denominado dístico elegíaco, aparecen aquí en serie de cuatro katà stíchon [trasliteración del griego κατὰ στίχον «verso a verso»] en una composición anónima sobre un muro de Pompeya (CIL IV 9123). 


 En cuanto al significado son variaciones sobre un mismo tema. El Leitmotiv es todo cambia, nada permanece, la doctrina que Platón le endilgó a Heraclito del flujo perpetuo o pánta rheî [trasliteración del griego πάντα ῥεῖ «todo fluye»], que no contempla la segunda parte de la lógica de la contradicción del efesio (... y todo permanece), que formuló don Antonio Machado en un verso inolvidable: todo pasa y todo queda.

El cuarto verso del grafito presenta alguna dificultad de lectura porque no está clara en la inscripción la primera palabra, y se han propuesto otras interpretaciones pero la que damos, que es la que recoge el italiano Armando Polito en su libro La poessia sui muri di Pompei, parece la más apropiada. 

 NIHIL DURARE POTEST TEMPORE PERPETUO
 CUM BENE SOL NITUIT REDDITUR OCEANO
 DECRESCIT PHOEBE QUAE MODO PLENA FUIT
 VEN[TO]RUM FERITAS SAEPE FIT AURA L[E]VIS


 Nada a perpetuidad     puede en el tiempo durar. 
Bien que ha brillado el sol,     vuelve al océano a ir. 
Vuelve la luna a menguar     llena hace poco que fue. 
Suele el feroz vendaval    brisa volverse sutil. 

El grupo de rock alternativo suizo Nothence nos ofrece esta recreación musical titulada precisamente "Nihil durare potest tempore perpetuo", de su disco Post mortem memento vivere (2016).



El título del álbum está formado con dos aforismos latinos post mortem ("después de la muerte") y memento vivere ("recuerda que vives, acuérdate de vivir"), que es una recreación del tópico clásico memento mori ("recuerda que vas a morir"). En cuanto al tema musical, está bastante bien. Oídlo y disfrutadlo.


domingo, 2 de julio de 2017

Anacarsis o contra la Educación Física y el Deporte

El diálogo de Luciano de Samósata titulado Anacarsis versa sobre lo que hoy llamamos Educación Física y que toda la vida hasta hace muy poco se llamó Gimnasia por la desnudez de los cuerpos que conllevaba la práctica del ejercicio físico en la antigua Grecia (gymnós significa, en efecto, desnudo en griego). En el diálogo de Luciano se critica el valor formativo, pedagógico o propedéutico, como se quiera decir, de esta disciplina tan arraigada en nuestro sistema de enseñanza, hasta el punto de que se llama "Educación". 

Frente a la postura oficial y gubernativa que mantiene Solón, a favor de la Educación Física porque prepara a los jóvenes tanto para situaciones de guerra como de paz, entendida siempre como una tregua y en todo caso preparación para la guerra (si uis pacem, para bellum, o sea, entrénate), se alza la crítica de Luciano a través del personaje que encarna Anacarsis. 


Luciano introduce este personaje venido de los límites del mundo griego, Anacarsis, para poder hacer una crítica desde fuera de esa práctica deportiva de los griegos. A Anacarsis, que se autodefine como “un nómada y vagabundo, que ha pasado su vida viajando, visitando cada vez un territorio distinto, que no ha tenido casa en ninguna ciudad, ni había visto ninguna” hasta entonces, pues se trata de un escita, es decir, de un bárbaro o extranjero que, arribado a Atenas, se extraña de las costumbres griegas, le parece una cosa de locos no sólo que haya deportistas, diríamos con lenguaje de hoy, a los que compadece por el sufrimiento que infligen a sus cuerpos, sino, principalmente, que haya espectadores “que vienen de todas partes a ver las competiciones y que, dejando a un lado sus obligaciones, tienen tiempo libre para este tipo de espectáculos.” Hace referencia a los diversos juegos que se celebraban en la antigua Grecia como los Olímpicos de Olimpia, los Ístmicos de Corinto, los Píticos de Delfos o los Panateneos de Ateneas. 

Su interlocutor, que no es otro que el sabio Solón, hace una defensa a ultranza de la gimnasia fundamentada en la supervivencia y mantenimiento de la comunidad. Argumenta que hay que procurar que los ciudadanos, que son el alma de la polis, lleguen a ser buenos de espíritu y fuertes de cuerpo para vivir en democracia y armonía, ayudándose mutuamente en tiempo de paz, “y salvar la ciudad y mantenerla libre y próspera en tiempo de guerra”. Afirma también “No nos parece suficiente respetar la disposición natural de cuerpo y espíritu de cada uno, sino que se hace necesario, para ellos, la educación y el aprendizaje para que puedan mejorar mucho más sus condiciones naturales positivas y, poco a poco, ir cambiando hasta lograr también una mejoría de sus facetas negativas.” 

La educación griega consistía en cultivar el espíritu con la música, la aritmética y la lectura y escritura, para pasar a continuación al estudio de las máximas y de las historias en verso que proporcionaban Hesíodo y Homero, formadores del espíritu nacional helénico, pero también en la cultura física, es decir en entrenar a los jóvenes para que el día de mañana sean “buenos guardianes de la ciudad, capaces de derrotar a los enemgios si les atacan, infundiéndoles terror.” 



No se pierda de vista que tanto Solón como el semimítico Anacarsis son personajes anteriores cronológicamente a Luciano, que vivió en la era cristiana bajo el yugo del Imperio Romano y que conoció la institucionalización del deporte como instrumento de control social (R. Sánchez Ferlosio) en los circos y anfiteatros imperiales romanos, que cristalizó en el “panem et circenses”, y que cuando hablan de gimnasia, como dicen ellos, se refieren tanto al entrenamiento particular que se practica en el gimnasio (gymnázein significaba adiestrar mediante ejercicios corporales) como al espectáculo competitivo que se practicaba en los estadios con multitud de espectadores y en la Hélade en el marco de los distintos juegos públicos, lo que en griego se decía agonízomai, que significaba luchar, competir, de donde el término agón, que literalmente quiere decir competición. 


Lo que a Anacarsis, que es un bárbaro, le parece una barbaridad, valga la redundancia, es que compatriotas que son amigos y vecinos que no tienen ningún motivo de enfrentamiento ni rivalidad se peleen rebozados en grasa, en arena, en barro, como si les fuera la vida en ello, llegando a hacerse a veces daño, y luego sigan tan amigos, como si no hubiera pasado nada entre ellos, y que eso pueda tener alguna justificación como, por ejemplo, entrenamiento para cuando suceda “de verdad” en el futuro y tengan que enfrentarse a un enemigo verdadero. 

El Anacarsis de Luciano nos recuerda, siguiendo a Ferlosio, al Marqués de Bradomín de Valle-Inclán, que en la Sonata de estío afirmaba que la raza sajona era la más despreciable de la tierra por haber inventado el boxeo: “Yo , contemplando sus pugilatos grotescos y pueriles sobre la cubierta de la fragata, he sentido un nuevo matiz de la vergüenza: la vergüenza zoológica.” 


 

El término deporte no existía como tal. Es una creación latina sacada  del verbo DEPORTARE, que significa "divertirse, distraerse". Los griegos lo más parecido que tienen al moderno "deportista" es "athletés", relacionado con el verbo "athléo", que significa "luchar, competir en certamen, sufrir trabajos y fatigas", y con "áthlon" , que además de contienda y lucha significaba el premio del combate o la recompensa. 

Pero en la antigüedad también surgieron otras voces críticas contra el atletismo o ejercitación física del cuerpo, aparte de Luciano de Samósata: Eurípides, Jenófanes y Tirteo, por ejemplo. Ateneo en el Banquete de los sabios, cita un fragmento de la perdida tragedia Autólico de Eurípides, donde se critica incluso que la práctica del deporte sea buena para la defensa militar: "De los innumerables males que hay en Grecia / ninguno hay peor que el clan de los atletas". De nada le sirve a su ciudad el deportista que obtiene un galardón por luchar, correr o lanzar el disco. No se puede combatir al enemigo con un disco. A quien hay que coronar es al virtuoso. 

En el mismo diálogo Ateneo dice que Eurípides pudo haberse inspirado en estos dísticos elegíacos de Jenófanes de Colofón, que en una de sus Elegías así se manifiesta también contra el Deporte y los juegos olímpicos: Si alguien por rapidez de sus pies se lleva la palma / ya en el pentatlón, donde el santuario de Zeus, / cerca del río de Pisa en Olimpia, o bien en la lucha /  sea en el pugilato que es bien doloroso o si no /  en el terrible combate que se denomina pancracio, /  y a ojos de su ciudad si él más honroso se ve, /  y si consigue el asiento en la fila primera en los juegos /  y de los fondos que son públicos la manutención /  de la ciudad y regalo que guarde como tesoro. /  Si con caballos también eso consigue lograr, /  no es menos digno que yo. Pues mejor que la fuerza de hombres /  o de caballos es nuestro afán de saber. / Mas eso en vano muy mucho se cree, y no es de recibo /  el preferir el vigor a la bondad del saber. / Pues si un buen pugilista no hubiese dentro del pueblo / ni en el pentatlón ni habilidad al luchar /  ni en la velocidad de los pies, lo que es lo primero /  de cuanta fuerza viril cabe en la competición, /  no por eso estará la ciudad mejor gobernada,  / y muy pequeño placer da a la ciudad con lo cual / si en las riberas del Pisa un atleta logró la victoria; /eso a enriquecer públicas arcas no va. 

Tirteo también al comienzo de su duodécima elegía dice que no le importa el atleta que corra veloz con los pies ligeros o el púgil que luche, que tenga unas cualidades físicas extraordinarias, si le falta, afirma más adelante, el valor y el ardor del guerrero.