jueves, 28 de septiembre de 2017

Vuelta a la rutina y la normalidad



A la hora de traducir la expresión “vuelta a la rutina” de la viñeta del dibujante José María Nieto al latín me encuentro con la dificultad de que no hay una palabra equivalente en la lengua del Lacio para "rutina". Siguiendo la sugerencia del diccionario de don Agustín Blánquez Fraile, puedo recurrir a la expresión irrationalis usus, que ya usara Quintiliano y que, literalmente traducida a su vez significa “costumbre irracional”. No es mala definición para una rutina: algo que se hace por costumbre sin mucha razón o sin más razón que el hábito de hacerlo.

El caso es que la palabra “rutina” deriva de “ruta”, que nos entró procedente del latín rupta por la vía del francés route: en el sentido de camino abierto en la espesura de la naturaleza, que se ha roto para el caso. Hay usos que avalan la expresión uiam rumpere: abrir paso por donde no lo había, por ejemplo, por un bosque u otros obstáculos. La expresión uia rupta se abrevió en rupta que evolucionó a ruta: trazar una ruta, hacer un camino. Del francés routine, derivado a su vez de route, nos llegó al castellano la dichosa rutina, que propiamente era la marcha por un camino conocido, por una ruta ya trillada.

Lo mismo sucede con el concepto de “normalidad”. Norma era el nombre latino de una herramienta: de la escuadra del albañil o del carpintero. El adjetivo normalis -e, relativo a la norma, significaba por lo tanto que algo estaba hecho a escuadra, o que estaba trazado con una regla. De esta palabra proceden nuestra normalidad, lo normativo, lo anormal o alejado de lo normal, lo que está por debajo de lo normal o subnormal y lo enorme, que se sale de la norma.

Vuelta a la normalidad: cartel de mayo de 1968, París:

Ahora que concluye septiembre, que es a los meses lo que el lunes a los días de la semana,  no está mal la reflexión gráfica del dibujante sobre lo que supone la vuelta a la rutina tras el período estival de vacaciones. Curiosa palabra "vacaciones". Ya existía en latín: uacatio, uacationis: exención, dispensa, precio que se paga por librarse del servicio militar; y estaba relacionada con el verbo uacare: estar vacío, libre, desocupado; estar despreocupado, vacante, ocioso, tener tiempo libre. Originó nuestro verbo vagar con el sentido de disponer de tiempo libre, que enseguida se confundió con uagari: vagar, andar errante, ir sin rumbo, de donde uagabundus y uagus: vagabundo y vago. De este último verbo, que a pesar de su homofonía, poco tiene que ver con el trabajo de las vacaciones y del ocio, derivan nuestra vaguedad, vagancia y extravagancia, y nuestro divagar.   

 


sábado, 23 de septiembre de 2017

"Te quiero, morena"

Algo nos rechina y no sólo hiere el oído sino que incluso nos repugna y ofende al corazón en lo que canta esta jota titulada “Te quiero, morena” con música de José Serrano, y letra de Arniches y García Arias, incluida en la zarzuela, más propiamente "Humorada cómico-lírica en un acto, El trust de los tenorios", que compara el amor que el baturro siente por una mujer zalamera y morena, baturra como él, con el amor que se siente no ya por una madre, lo que sería comprensible, sino por la gloria y aun por el dinero, haciendo que rimen “dinero” con “te quiero”. Algo nos suena a falso en esta declaración de amor. Algo nos dice que ese amor no puede ser verdadero ni bueno. La letra de la jota sería mucho más noble si dijese “te quiero más que al dinero”, pero no dice eso, sino todo lo contrario: “Te quiero... como se quiere al dinero”.


¿Cómo se puede querer a alguien “como se quiere la gloria” “como se quiere al dinero”? ¿Cómo se puede comparar el amor humano hacia una madre, o hacia una mujer de boquita de rosa y de risa zalamera y de ojos en la cara con el amor descarnado y abstracto a la gloria o al dinero? Así dice la letra de esta jota aragonesa, en interpretación del tenor Plácido Domingo: 
 


Te quiero, morena,
te quiero
como se quiere la gloria,
como se quiere al dinero,
como se quiere a una madre,
te quiero.

Me muero, baturra,
me muero
por tu boquita de rosa,
por tu reír zalamero,
por los ojos de tu cara,
me muero.

Es la jota
que siempre canté,
la sal de mi tierra,
y ¡olé! ¡olé!

domingo, 17 de septiembre de 2017

Sin futuro, no hay futuro, no al futuro.

Quid sit futūrum cras fuge quaerere!  (Horacio, Carmina, I, 9, v. 13)  Es un hendecasílabo*  ya que tiene once sílabas (quae- cuenta como una porque es diptongo en latín). Es una refutación del futuro que significa, en su mismo ritmo: "¡No indagues qué mañana podrá pasar!". Este verso en nuestra métrica se considera dodecasílabo, porque es un hendecasílabo oxítono, y por lo tanto se computa con una sílaba más: 11 + 1 = 12. Entra en la composición de la estrofa alcaica, que consta de dos hendecasílabos, un eneasílabo y un decasílabo. 

Nota dos palabras clave en el verso, estrechamente relacionadas entre sí por el significado: el adverbio cras, que quiere decir  mañana, y que entra en la formación de la palabra procrastinar diferir, aplazar, dejar para el incierto día de mañana,  y la palabra futurum que es un participio activo de, cosa de Perogrullo, futuro, una innovación propia de la lengua latina que no existía en indoeuropeo ni en las lenguas hermanas,  y el origen de nuestra palabra  el futuro.

 Niña con globo, Banksy

Si los morituri eran los que iban a morir (mori, memento mori),  o los que estaban, mejor dicho, dispuestos a morir, que le decían al César aquello de  AVE, CAESAR, MORITVRI TE SALVTANT (ave, César, los que van a morir te saludan, que algún estudiante de latín poco avezado tradujo alguna vez como las aves del César se murieron por falta de salud), y el nasciturus es el que va a nacer (nasci), lo futurum es aquello que va a ser (fore), que está por venir (por eso, porvenir, escrito junto, es sinónimo de futuro), y que, por lo tanto, por definición negativa, el futuro no sólo es que no existe, sino que no llega nunca porque siempre está pendiente de realización.

En resumidas cuentas, viene a decirnos Horacio que no hay que preocuparse por el futuro porque no existe: no hay futuro ni hace falta que lo haya.

Charly Brown y su perro Snoopy,  Charles Schulz.  

*Hendecasílabo debería escribirse con hache, porque procede de una palabra griega que es héndeka, que significa once, y que esta formada con el número uno (hen) antepuesto al diez (deka). Las palabras griegas que comienzan por espíritu áspero, una ligera aspiración ante la vocal, se transcriben al castellano con hache. Sin embargo, el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia no recoge esta posibilidad. Si buscamos nos encontramos con esto en la Red: "La palabra hendecasílabo no está registrada en el Diccionario. La entrada que se muestra a continuación podría estar relacionada: endecasílabo". Si buscamos endecasílabo sin hache, leemos lo siguiente: "Del it. endecasillabo, este del lat. hendecasyllăbus, y este del gr. ἑνδεκασύλλαβος hendekasýllabos." Se trata de un préstamo italiano, como sabemos por la historia de la literatura, ya que este tipo de verso entró en la lírica española en el Renacimiento de la mano de Boscán y, sobre todo, de Garcilaso de la Vega, a imitación del hendecasílabo italiano, y en italiano no hay haches que valgan: no se pronuncian, no se escriben. Se pensó que si era una letra muda y no se pronunciaba, como en español, no tenía sentido escribirla  (salvo algunas formas del presente del verbo avere que la conservan como recuerdo etimológico, supongo, del latín: ho, hai, ha, hanno, y los préstamos de palabras extranjeras, sobre todo anglosajonas).

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Obituario: Luis Andrés Bredlow

Me ha sorprendido la noticia de la muerte de Luis Andrés Bredlow el 8 de septiembre de 2017, de la que me he enterado por la sentida reseña en la Red de su amigo Anselm Jappe, que escribe sobre él: Con él se apaga un espíritu brillante y profundo que ha contribuido tanto a la crítica social como al estudio de la filosofía clásica y antigua. 

 Luis Andrés Bredlow en el Barrio Chino de Barcelona
 
Había nacido en 1958 en Augsburgo (Alemania) y estudiado en Colonia. Al parecer nunca le gustó Alemania, por lo que a principios de los años ochenta se estableció en Barcelona hasta la fecha de su muerte, adoptando el español como su lengua principal y llegando a publicar dos libros de poesía en nuestra lengua.... Allí retomó sus estudios primero de sociología, luego de filosofía, colaborando como traductor de la editorial Anagrama. Apasionado por la filosofía clásica, gracias al griego que había aprendido en el instituto en Alemania, se especializó en el estudio de los presocráticos, en particular en Parménides, y se convirtió en doctor en filosofía haciendo de él el objeto de su tesis doctoral.

Ha publicado la primera traducción moderna al español de las Vidas y opiniones de los filósofos ilustres de Diógenes Laercio, así como sendas introducciones al pensamiento de Platón y de Kant, que revelan su creciente interés en la ontología y la metafísica. 
 
Ha publicado igualmente la que para mí puede ser su obra definitiva, pese a su brevedad (124 páginas), en cuya portada curiosamente no figura su nombre propio, lo que da idea de su escasa autopromoción: Gorgias de Leontinos: De lo que no es o de la naturaleza (ed. Anthropos, Barcelona, 2016). 


Se trata de una edición crítica, traducción y estudio introductorio con 124 notas y una amplísima bibliografía de los escasos testimonios que hay acerca del tratado (perdido) de Gorgias donde se defendían tres tesis que han causado estupor a lo largo de los siglos: (1) nada es lo que es; (2) si algo es lo que es, no puede ser conocido; (3) si algo puede ser conocido, no es posible dárselo a conocer a los demás. Consigue Bredlow librar al tratado de Gorgias, que para algunos sólo era una broma nihilista, un mero ejercicio de retórica o de humor absurdo, de los prejuicios que la mayoría de los intérpretes le han atribuido, reconstruyendo el armazón de su razonamiento y recuperando, ya que no el texto, a fecha de hoy imposible, sí el sentido que probablemente tenía.
 
Para Luis fue muy importante la relación con Agustín García Calvo, gran conocedor del pensamiento antiguo, poeta y crítico del capitalismo, como el propio Luis, y cuya obra, marginada por la industria de la cultura y por el mundo académico, hizo mucho por dar a conocer, promoviendo la publicación de sus escritos en otros países. 
 
Cedo finalmente la palabra a su amigo Anselm Jappe, que finaliza así su sentido homenaje en recuerdo de Luis Andrés Bredlow: ...sabía que “lo que de verdad razona no es el individuo, con sus creencias y sus intenciones, sino la razón misma, el lenguaje mismo”; y que es justamente “esa razón, esa lógica que es de todos porque está en el lenguaje mismo, la que se rebela una y otra vez contra la realidad y contra las ideas establecidas, sacando a la luz sus contradicciones y su falsedad constitutiva”. Una realidad, toca recordar ahora, que sería poca cosa sin aquella “oposición fundamental, de la que derivan todas las otras: la de vida y muerte”. Pero como Luis acertó a descubrir en su diálogo con la diosa de Parménides, “incluso esa oposición fundamental no es más que una convención de los mortales, pues en verdad todo lo que hay está vivo en mayor o menor grado. No se puede no ser: eso quiere decir también que nada ni nadie puede estar nunca muerto del todo”.

lunes, 11 de septiembre de 2017

¿Para qué sirve la escuela?

Vamos a proceder a desmenuzar y despedazar, como Jack el Destripador, por partes un texto breve del comienzo de El Satiricón de Petronio que trata de la función de la escuela en la formación de los estudiantes, un tema de rabiosa y pedagógica actualidad, y a ir viendo cómo podemos leerlo, entenderlo y comentarlo, para lo que vamos a manejar tres traducciones: (1) la de Manuel C. Díaz y Díaz, (2) la de Lisardo Rubio y (3) la de Francisco de P. Samaranch. Comenzamos leyendo el texto en su versión original latina: 
Et ideō ego adulescentulōs existimō in scholīs stultissimōs fierī, 

(1): “Y de aquí que piense yo que los jóvenes en nuestras escuelas se vuelven necios del todo”
(2): “Y así, según mi opinión, la juventud, en las escuelas, se vuelve tonta de remate”
(3): “Por eso creo que todos nuestros jóvenes estudiantes se vuelven tontísimos en la escuela”


Las tres traducciones confrontadas coinciden en que los jóvenes (adulescentulos) se entontecen en las escuelas (in scholis). Aunque el texto alude a las escuelas de oratoria y retórica, la afirmación se puede hacer extensible a nuestros modernos colegios e instituciones académicas, por aquello de que “hoy es siempre todavía”.

Petronio utiliza un superlativo (stultissimos), que podemos traducir por nuestro superlativo tontísimos o por la forma muy tontos, pero también podemos recurrir a sinónimos como bobalicones, bobos, ceporros, estúpidos, idiotas, ignorantes, imbéciles, incultos, memos, mentecatos, tarugos, zopencos, zoquetes, zotes, o echar mano de expresiones coloquiales que agudicen la tontería como “tontos de capirote”, “bobos de baba” o “necios con ínfulas de sabiondos”, u otras que se nos ocurran para intensificar la idea de que las escuelas consiguen lo contrario de lo que pretenden.

oOo

quia nihil ex hīs, quae in ūsū habēmus, aut audiunt aut uīdent, 

(1):porque ni ven ni oyen hablar de ninguno de nuestros problemas cotidianos.
(2): por no ver ni oír en las aulas nada de lo que es realmente la vida.
(3): porque de todo lo que ven y oyen en ella nada les ofrece una imagen real de la vida.


Petronio nos explica la causa del entontecimiento de los estudiantes en escuelas e institutos (quia nihil aut audiunt aut uident): porque ni ven ni oyen hablar de… Y aquí, en la segunda parte de la frase, es donde cada traductor nos da su versión propia: nuestros problemas cotidianos, lo que es realmente la vida, una imagen real de la vida. ¿Qué dice exactamente el texto? : ex his, quae in usu habemus: de lo que tenemos en la realidad. Me permito traducir “usu”, que es una palabra tan amplia en latín que significa cosas tan dispares como práctica, experiencia, uso, costumbre, hábito, utilidad… por “realidad”, aunque sé que es un anacronismo porque esta palabra no existía todavía en latín cuando Petronio escribió el texto, y por lo tanto no se había inventado todavía la realidad como tal. El adjetivo “realis”, en efecto, es una creación del latín tardío que significa relativo a la “res”, es decir, a la cosa, y de ahí surgió también en el bajo latín el sustantivo “realitas realitatis”, nuestra realidad, y, a partir de ahí, nace ya el realismo, que es la ideología dominante que pretende que hay que atenerse a la realidad, a que la realidad es todo lo que hay y a que no hay nada más que la realidad. Pero no hay cosa más absurda que este adjetivo, sobre todo si se lo aplicamos a una cosa porque es autoreferente: decimos que una cosa es “real”, es decir que una cosa es una cosa que se refiere a la cosa que es (referida a sí misma).

La crítica que se hace al sistema educativo romano (que es válida para el nuestro también) es que en lugar de enseñar y despertar la inteligencia, atonta porque no prepara para la vida, sino que, como decía Séneca, lo hace para la propia escuela (non uitae sed scholae discimus: no aprendemos para la vida sino para la escuela). Nada de lo que los estudiantes aprenden en el colegio tiene que ver con la realidad, con la sociedad, con la vida, con la práctica, porque lo que se hace allí es meterles ideas en la cabeza, responder a las preguntas antes de que se formulen, acabar con su curiosidad y su sentido crítico, procurar que no se despierte su inteligencia, para lo que se les adormece con cuentos, como en aquellos inolvidables versos de León Felipe: Yo no sé muchas cosas, es verdad. / Digo tan sólo lo que he visto. / Y he visto:  / que la cuna del hombre la mecen con cuentos, / que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,  / que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, / que los huesos del hombre los entierran con cuentos, / y que el miedo del hombre... / ha inventado todos los cuentos. / Yo no sé muchas cosas, es verdad, / pero me han dormido con todos los cuentos...  / y sé todos los cuentos.
oOo



sed pīrātās cum catēnīs in lītore stantēs, sed tyrannōs ēdicta scrībentēs quibus imperent fīliīs ut patrum suōrum capita praecīdant, sed responsa in pestilentiam data, ut uirginēs trēs aut plūrēs immolentur, sed mellitōs uerbōrum globulōs, et omnia dicta factaque quasi papāuere et sēsamō sparsa.

(1): sino de piratas que acechan en la costa con cadenas, de tiranos que promulgan edictos por los que ordenan a los hijos decapitar a sus propios padres, de oráculos que para cortar una epidemia exigen la inmolación de tres o más doncellas, pompas en fin de dulzona palabrería, y todo, palabras y hechos, como adobado con adormidera y ajonjolí.
(2)Tan sólo se les habla de piratas con cadenas apostados en la costa, de tiranos redactando edictos con órdenes para que los hijos decapiten a sus propios padres, de oráculos aconsejando con motivo de una epidemia que se inmolen tres vírgenes o unas cuantas más; las palabras y frases se recubren de mieles y todo -dichos o hechos- queda como bajo un rocío de adormidera y sésamo. 
(3) No son más que piratas con cadenas, emboscados en las orillas, tiranos que preparan edictos que condenan a los hijos a decapitar a sus propios padres; respuestas de oráculos que, en una epidemia, mandan inmolar tres vírgenes o aún más; melosas y blandas pompas de palabras; en fin, los dichos y los hechos están todos como espolvoreados de adormidera y sésamo.

Los ejemplos que cita Petronio de los temas que se tratan en las escuelas son de lo más variopinto y colorido: piratas, tiranos, oráculos que exigen sacrificios humanos, todo ello vana palabrería que no tiene nada que ver con la realidad de la vida, sino que más bien son historias estupefacientes, cuentos cuyo objeto es infundir el miedo.

La crítica que se hace aquí, como señala Lisardo Rubio, es que en el Imperio “en lugar de debatir los grandes problemas del Estado, maestros y discípulos trataban en sus ejercicios de declamación temas imaginarios e insustanciales, en que lo único que importaba era destacar de algún modo y arrancar aplausos aun a costa del buen gusto”. 

Los niños se vuelven tontísimos en la escuela porque allí no aprenden nada. Eso sí: se les llena la cabeza con informaciones rocambolescas, sensacionalistas y disparatadas, a lo que contribuyen los medios de incomunicación con la Red Informática Universal y sus micropantallas a la cabeza de todos ellos,  a fin de que cunda el pánico: terroristas, diríamos hoy, que acechan en la costa a la que han llegado clandestinamente con pateras dispuestos a poner una bomba en cualquier parte en el momento menos pensado encarnando la amenaza del legendario hombre del saco, sacaúntos o sacamantecas que viene a secuestrarnos sin rescate y privarnos de libertad, como si nosotros fuéramos libres; perversos pederastas; traficantes de órganos o tratantes de blancas sin escrúpulos que van a vendernos y a prostituirnos al mejor postor; dictadores enloquecidos y sanguinarios que promulgan leyes que obligan a cometer crímenes monstruosos de lesa humanidad contra la democracia y holocaustos contra los derechos humanos; oráculos que exigen inmolaciones y que vienen a decirnos que el sacrificio de hoy será la prosperidad de mañana… Nada que tenga que ver, en definitiva, con lo que realmente importa y con lo que pasa en la escuela, donde se les hace creer a los infantes a pies juntillas en los cuentos y las mentiras –ideas, creencias, credos- que les inculcan y, en la mayor de todas las patrañas, que eso es la Realidad, que la Realidad es verdad y que es todo y lo único que hay.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Casa de citas: Ovidio y Gautier

    El poeta Ovidio, desterrado de Roma por el emperador Augusto, en Tomis, la actual Constanza (Rumanía) a orillas del Mar Negro, escribe a su amigo Cota Máximo una larga Carta desde el Ponto (I, 5) sobre las bondades de la literatura. En su destierro tiene que esforzarse por escribir en verso, que ya no le sale espontáneamente como en su juventud antes del exilio, pero tiene que hacerlo por la paradoja de que lo más útil es lo que no tiene ninguna utilidad práctica: la poesía como consuelo de males: el que canta su mal espanta, que dice nuestro refranero popular. Y es que el verso, a la vez que nos recuerda la prosaica cárcel en la que vivimos, nos consuela y libera de ella. 

Cum bene quaesieris quid agam, magis utile nil est
 artibus his, quae nil     utilitatis habent. 
(Ovidio, Epistulae ex Ponto I, 5, v. 53-54)

Estatua de Ovidio en Constanza (Rumanía)

  Si con razón me preguntas que qué hago, no hay nada más útil
 que estas artes que no     tienen en sí utilidad.

oOo

    Dice en alguna parte Théophile Gautier: Il n'y a de vraiment beau que ce qui ne peut servir à rien; tout ce qui est utile est laid, car c'est l'expression de quelque besoin, et ceux de l'homme sont ignobles et dégoûtants, comme sa pauvre et infirme nature. – L’endroit le plus utile d’une maison, ce sont les latrines.  
 


"No hay verdaderamente bello más que lo que no puede servir para nada; todo lo que es útil es feo, pues es la expresión de alguna necesidad, y las del hombre son innobles y repugnantes, como su pobre y enferma naturaleza. -El lugar más útil de una casa son las letrinas.”