sábado, 21 de mayo de 2016

El sueño de Endimión


La diosa Hera, identificada enseguida con la Juno de los romanos a la que se le consagró el mes de junio,  invoca en un pasaje de Homero a Hipno, el dios del sueño, para rogarle que adormezca a Zeus después de unirse con ella, y no vaya en busca de otras correrías:  hýpne ánax pántoon te theôon pántoon t' anthróopoon, es decir: sueño, señor de todos los dioses y todos los hombres... Repasemos un poco las viejas palabras griegas del verso de Homero para comprobar cómo siguen vivas, aunque parezca mentira, que no lo es, todavía entre nosotros.  

1.- Hypne: El verso comienza con un vocativo, una apelación a Hipno, que es la personificación del sueño que nos adormece, que nos hipnotiza, literalamente, mediante la hipnosis de su hipnotismo. Hipno era hijo de la Noche y del tenebroso Érebo, una divinidad infernal, y hermano de Tánato, o sea, de Muerte. Nuestra palabra "sueño" alude a dos cosas bien distintas: a la acción de soñar y a la de dormir.  El griego distingue con dos palabras diferentes ambas realidades: hypnos y óneiros

Entre los hijos de Hipno hay que destacar a Morfeo, divinidad que aparecía en los sueños de los hombres encarnando alguna de sus múltiples formas engañosas con una adormidera en la mano, como si fuera una personificación de la morfina.  Morfeo es la personificación de ese otro sueño, de óneiros. Cuando caemos en brazos de Morfeo, entramos precisamente en el mundo onírico, donde la morfología de nuestras visiones y pesadillas  incluye seres antropomorfos, zoomorfos o híbridos y amorfos  que pueblan nuestras más variadas ensoñaciones.

2.- Ánax: No encuentro en castellano ninguna palabra relacionada con este viejo término micénico que significa "señor, soberano, jefe, rey", que deriva de wanakt- y que aparece en las tablillas de Micenas como wa-na-ka. Homero en la Ilíada califica a Agamenón de "ánax andróon" (caudillo de guerreros, comandante en jefe de, en su caso, las tropas aliadas griegas que desembarcaron en Troya) y también a Príamo, el rey troyano. Ambos eran reyes de reyes. En griego algunos nombres propios comenzaban así, por ejemplo los de los filósofos Anaxágoras, Anaximandro, Anaxímenes, y el nombre del hijo de Héctor y Andrómaca, que lo lleva como sufijo Astianacte, el desgraciado Astianacte que nunca llegaría a serseñor de la ciudad”.

3.- Pántoon: Es el genitivo plural masculino de pas pasa pan (género masculino, femenino y neutro de la palabra "todo"), del que tenemos en castellano un panorama bastante amplio y sobrado de helenismos derivados tanto de la forma abreviada pan- (panamericano, paneuropeo,  pangermánico y pan- la nacionalidad que se nos ocurra, tal es la vitalidad del prefijo panhelénico,  y, unido al nombre de la palabra siguiente, que es el nombre de la divinidad,  panteísmo y panteón, sin olvidar otras palabras como panoplia, pancracio,  pantera...) como de la forma panto-  (pantomima, pantocrátor).

4.- Theôon: Es el genitivo plural masculino de theós, que significa "dios" escrito con inicial minúscula, y no Dios con inicial mayúscula porque, en griego, esta palabra no es un nombre propio, sino un nombre común, y en su religión no hay un solo dios, sino muchos y varios dioses y aun diosas. La religión griega era politeísta, mientras que las religiones dominantes en la actualidad son monoteístas: el cristianismo con sus diversas sectas, el islamismo y el judaísmo. Excluiríamos quizá el budismo, que alguna vez ha sido calificada como una religión atea.

5.- Anthróopoon: Es el genitivo plural masculino de ánthropos, que significa "persona, ser humano". Es la palabra que más aparece en la literatura griega clásica conservada, lo que da idea del antropocentrismo, es decir de la consideración de que el hombre es el centro del universo, lo que da una idea de la filantropía,   y no del  teocentrismo, que considera a Dios o la religión el ombligo de todo,  de esta cultura, lo que conlleva de rechazo la misantropía.


Endimión, Diana y Cupido, de Langlois


A propósito del sueño, recordemos la vieja historia de Endimión y el rayo de Luna, a la que está consagrado el primer día de la semana laboral en todo el mundo, ese nefasto invento judeocristiano: Luna dies, lundi, lunedì, Montag, monday, lunes

Cuentan que una noche la Luna, la misma diosa noctívaga que inspirará a los poetas románticos y que los griegos llamaron Selene, la reina de la nocturna bóveda celeste que nunca permanece idéntica a sí misma sino que experimenta cambios que la hacen crecer y menguar, la que desaparece durante tres noches del cielo para renacer al cuarto día, contempló a un joven y hermoso pastor que dormía descuidado y desnudo en un agreste paraje cercano a Mileto, en el Asia Menor, y se enamoró apasionadamente de él.

La casta divinidad que era la Luna, encarnación de Ártemis pudorosa o Diana virginal y cazadora, hermana de Apolo solar y luminoso, había hecho voto de eterna castidad, y se veía así perturbada ante la belleza masculina de un simple mortal, un joven efebo llamado Endimión.

Todas las noches que podía buscaba con sus rayos de plata al joven y lo iluminaba para que su belleza resplandeciera aún más con su luz argentina.

                                              
 Visión de Endimión, Edmund Poynter (1901)


Selene está íntimamente relacionada con la noche. Nox erat et caelo fulgebat Luna sereno, que cantó Horacio: "Era de noche y la luna brillaba en el cielo sereno". Sus rayos de luz lívida y cárdena desvelan, velándolas con un halo de misterio, las cosas del mundo. La casta diosa había concebido una pasión irracional que sólo logró algo de sosiego cuando una noche, rompiendo sus votos de castidad, se unió carnalmente con el codiciado mancebo en la intimidad de una gruta del monte Latmo, entregándole su doncellez.

El padre Zeus, a petición de Selene, le concedió a Endimión, paradigma de todos los poetas enamorados de la luna fantástica y soñada que vendrán después de él, la realización de un deseo, y él eligió, no podía elegir otro deseo más puro, la muerte: el don de dormirse en un sueño eterno, el sueño de la muerte, es decir, el don de la inmortalidad.

No en vano el hermano gemelo de Hypno, el sueño, se llama Thánato, la Muerte, que es masculina en griego como en alemán. En latín Mors es femenina, y por lo tanto en nuestras lenguas romances también,  pero tenía un sinónimo de género neutro, Letum de donde deriva nuestro adjetivo "letal", que significa "mortal". 

En alemán la Luna, en su lengua Der Mond tiene género gramatical masculino que se contrapone a Die Sonne, el Sol, que lo tiene femenino; no sería para los alemanes la Luna la encarnación de Diana, sino de su hermano Apolo, invirtiendo las tornas que en romance hacen masculino al astro rey y femenina a la reina de la noche. Sirva este lugar para denunciar, una vez más, la arbitrariedad de los géneros gramaticales. En aquellas lenguas que los tienen, como la nuestra -otras como el inglés carecen de ellos- sirven para clasificar el vocabulario, y el que una palabra sea de género femenino no se explica por su supuesta "feminidad", sino que, al contrario, muchas veces la "feminidad" se explica por alguna presunta característica de las palabras que tienen género gramatical femenino. Así se puede llegar a decir que la luna es "femenina" de por sí porque es pasiva, no tienen luz propia, sino que recibe la del sol, que sería "masculino" porque es activo, y la nota "actividad" pasaría a ser una característica de la virilidad... Pero ya vemos que lo que sucede en una lengua no sucede en las demás, y sería muy majadero y cerril considerar que nuestra lengua es la que vale, y no las demás, sin percatarnos de lo relativo que es todo. 

Volviendo al joven amante de la luna, el lunático Endimión permanecería eternamente dormido de modo que la lozanía de su juventud no sufriese alteración, por siempre y para siempre joven. Cuentan que desde entonces, la Luna vela su sueño eterno todas las noches en lo alto del universo.


Sueño de Endimión, de Girodel


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