sábado, 5 de noviembre de 2016

Han Hon Hen

La lengua sueca, que es de origen germánico, no distingue géneros gramaticales masculino/femenino ni en sustantivos ni en adjetivos. Dispone de un género UTRUM, “animado” digamos, de palabras acabadas en -en, reservado en principio a los seres vivos sea cual sea su sexo, por ejemplo en häst, un caballo) e “inanimado” (género NEUTRUM, o palabras acabadas en -ett, reservado en principio a las cosas ett hus una casa) que designa a los seres inertes, aunque también se da un reparto de “individuos” frente a “abstracciones”; por ejemplo, en björk “un abedul” -especie- frente a ett träd “un árbol” -género o concepto general-. 
  
El reparto, en todo caso, está muy lejos de ser racional, como sucede en todas las lenguas, donde las divisiones de género que no son más que clasificaciones de palabras no responden a abstracciones, sino que las abstracciones se hacen a posteriori. Por eso las gramáticas suecas aconsejan que aprendamos la palabra con su correspondiente artículo “en” “ett” porque sí, sin buscar muchas explicaciones. Es decir, que, una vez enunciada la "regla", las excepciones son tan numerosas que vale más olvidarse de la "regla" : por ejemplo el género de la palabra “león”: por lógica, según lo expuesto,  debería ser UTRUM, es decir, debería llevar el artículo determinado EN, sin embargo lleva ETT, y se dice ett lejon “un león”, y no el esperado *en lejon.

Como prefijos las formas en y ett que estamos viendo funcionan como artículo indeterminado, como sufijos funcionan como artículo determinado: en häst un caballo,  hästen el caballo

La única excepción a este sistema general es el pronombre de tercera persona del singular, donde aparte de los susodichos géneros UTRUM o común ("den") y NEUTRUM ("det") hay un masculino ("han") y un femenino ("hon").  Normalmente, el masculino "han" se usaba como género no marcado.  

Al parecer, el SAOL, el diccionario de referencia de la lengua sueca, publicado y revisado cada diez años por la Academia  de  dicha lengua -organismo que otorga cada año el Premio Nobel de Literatura y que este año se ha lucido concediéndoselo al excelente compositor pero no escritor Bob Dylan- en su última edición del 15 de abril del año pasado introduce un pronombre personal de tercera persona neutro creado ex professo por el movimiento feminista de ese país en los años sesenta del siglo pasado como alternativa al uso del género gramatical masculino como no marcado, en situaciones que hacen referencia tanto a mujeres como a varones. En sueco existía, como queda dicho, un pronombre masculino han (él) y otro femenino hon (ella), y ahora se propone o impone el pronombre hen, que no tiene género, es decir, que es neutro: ni él ni ella, sino *elle o algo así, diríamos en español, o ello si no estuviera reservado para las cosas. Hen sirve para referirse a una persona sin especificar si es varón o mujer, bien porque se desconoce su sexo biológico o bien porque es irrelevante precisarlo; también puede utilizarse para hablar de las personas transexuales o de aquellas que no se identifican con ninguno de los estereotipos sexuales. Uno de los argumentos a favor de esta imposición es que diciendo “hen” se evita la expresión políticamente correcta “él o ella”, pero lo malo del invento es que “hen” en sueco es también un sustantivo que significa “gallina”.

Algo parecido han propuesto algunos feministas que se haga en castellano so pretexto de “visibilizar a la mujer”. Para evitar expresiones no discriminatorias y redundantes como “los suecos y las suecas están contentos y contentas” podría utilizarse una terminación neutra -ni masculina ni femenina- acabada en -e: “les sueques están contentes”. Evitaríamos así fórmulas engorrosas y políticamente correctas como la repetición de lo mismo con distinto morfema de género gramatical. Con esta propuesta marcaríamos el género masculino, hasta ahora no marcado o genérico.

Un profesor, por ejemplo, que tenga chicos y chicas en clase, que suele ser lo habitual, salvo en algunos colegios concertados que segregan al alumnado por su sexo, no podrá decir “mis alumnos” para referirse a la totalidad del grupo, sino “mis alumnes”, con todos los adjetivos que quiera aplicarles concordados en género neutro y número plural: estudioses, vagues o lo que sea... Asimismo, una madre que tenga un hijo y una hija no hablará en plural de sus “hijos” porque no sería políticamente correcto -sólo podría decirlo según el rigor feminista que se quiere aplicar en el caso de que fueran todos varones- sino de sus “hijes” -sin especificar su sexo.

No hace falta decir que es tan ridículo como artificioso, y ¡sexista!, contra lo que pretenden, dado que al crear ex nihilo un género gramatical no marcado, estamos marcando el masculino, que antes era el no marcado, lo que va contra la economía de la lengua, que no tiene nada que ver con la economía capitalista, sino con los procesos de ahorro de repeticiones innecesarias por superfluas.

El hecho de querer imponerle normas a la lengua es igual que querer poner puertas al campo. Las Academias de la Lengua dicen que ellas no son prescriptivas, sino descriptivas, pero lo malo es que la descripción que hacen acaba convirtiéndose para mucha gente en prescripción. La Academia describe supuestamente  el habla de la gente, pero la gente que va de culta por la vida acaba hablando lo que escribe/dicta la Academia, que pasa de ser descripción a prescripción.

Lo peor de todo  es que  hay "algunes", algunos y algunas, que no "satisfeches" con promulgar todo tipo de leyes y reales decretos desde arriba, creen que hablando y escribiendo así van a solucionar algún problema, cuando lo que están haciendo es crear uno donde no lo había.

En la viñeta de arriba se hace burla de la decisión de la academia sueca de utilizar Hen ("gallina") como pronombre bisexual frente a Han ("él") y Hon ("ella"), y los contrapone a otros monosílabos existentes en esa lengua con el resto de las vocales.

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